Participantes: Jumi (Fan, OC), Jimin y Suga (BTS).
Género: Long-fic, hetero, romance.
Advertencias: Lemon no explícito, alguna que otra palabra malsonante.
Autorización: +16.
Capítulo 1.
Pasaron
aproximadamente dos horas, dos horas que se me hicieron una
eternidad. En casi todo el trayecto estuve de pie, yendo y viniendo
al vagón restaurante, ya que cuando estaba nerviosa solo tenía
ganas de comer. Tanto chocolate terminó por darme dolor de barriga,
el cual, afortunadamente, ya había cesado cuando el tren paró en la
estación de Seúl.
Bajé
del vehículo y miré a ambos lados para localizar la salida, que
estaba a la derecha. Fui hacia ella con las dos maletas gigantes
arrastrando, no recordaba haber metido piedras en ellas, ¿por qué
pesaban tanto? Lo más rápido que pude fui hacia la gran puerta y,
una vez la crucé, me paré a observar mi alrededor: estaba en la
gran ciudad, todavía no me lo podía creer. Tenía ante mí enormes
edificios, decenas de tiendas de todo tipo, y además, podía oír el
murmullo de las personas hablando, el ruido de los coches …
definitivamente estaba en Seúl, y esta vez no era un sueño.
Vi
varios taxis estacionados en la puerta, como era de esperar; solía
haberlos en todas las ciudades para los turistas. Subí sin
pensármelo dos veces y le di al taxista un pequeño papel, donde
estaba anotada la calle del hostal donde me hospedaría al menos tres
días, hasta que encontrara algo rentable.
No
tardamos mucho en llegar al sitio en cuestión, apenas diez minutos.
Le pagué y después de sacar las maletas del maletero, entré al
hostal y busqué la recepción. Había una mujer anciana tras el
mostrador que a primera vista parecía bastante maja.
-
Buenos días – saludé – he reservado habitación aquí.
-
Oh, dime tu nombre querida – dijo ella, con voz dulce.
-
Park Jumi.
Buscó
algo en el ordenador que tenía a su lado y tras varios minutos de
búsqueda, dejó de mirar a la pantalla para pedirme el DNI y lo
saqué de la cartera, entonces ella le hizo fotocopias. Después me
hizo firmar algunos papeles y cuando el papeleo terminó, sacó algo
de un cajón.
-
La habitación 205 – dijo, dejando el objeto sobre la mesa; se
trataba de la llave de la habitación.
-
Muchísimas gracias.
-
Gracias a ti, por elegir este lugar – me respondió con una
sonrisa.
Subí
por las escaleras y poco tiempo después llegó mi equipaje. La
habitación no era muy amplia, pero para el tiempo que iba a estar
ahí me servía. Una cama, un armario, una mesita de noche y un baño
con todo lo necesario para mi higiene personal; no necesitaba más
hasta que no empezara la universidad.
Necesitaba
urgentemente un lugar para vivir, preferiblemente cerca de la
universidad y que se adaptara a mi economía. Pero claramente no
podría alquilar un piso con el dinero que me mandaban mis padres,
así que solo me quedaba una opción: un piso de estudiantes; así no
pagaría tanto. Tal vez más tarde iría a preguntar si alguien
necesitaba un compañero de piso.
Empecé
a meter algunas de mis prendas en el pequeño armario que había en
la habitación hasta que me cansé y me recosté en la cama,
quedándome dormida.
Me
levanté a las seis de la tarde, me desperecé y me puse a pensar en
como aprovechar el resto del día. El invierno estaba a la vuelta de
la esquina, así que me decidí por ir a comprar algo de ropa
abrigada.
Salí
del hostal, no sin antes despedirme de la amable señora de recepción
y saqué mi mapa del bolsillo, junto con la guía de Seúl. Al
parecer, tres calles más abajo había una tienda de ropa bastante
famosa en Corea, incluso yo había oído hablar de ella muchas veces.
Bajé caminando, para no gastarme dinero en autobuses; además, no
estaba tan lejos.
El
exterior de la tienda era bastante llamativo; extremadamente
llamativo. Al entrar, como de costumbre, miré a ambos lados
analizándolo todo bien y deteniendo la mirada en las cosas que más
me llamaban la atención.
Me
adentré más en la tienda y fui paseando mientras miraba ropa y
cogía las cosas que me gustaban para probármelas. Terminé con dos
pantalones vaqueros, una camisa de manga larga de cuadros, varias
sudaderas y una chaqueta vaquera que pensaba combinar con una camisa
de manga corta que llevaba un gato dibujado. Entré a los probadores
y me tomé mi tiempo en comprobar si las prendas me venían y me
quedaban bien, y ninguna me quedaba mal. La camiseta del gato me
quedaba especialmente bien, no dudaría en comprarla; amaba los
gatos, pero mis padres nunca me habían dejado tener mascotas.
Opté
por llevármelo todo, pagué y salí de la tienda. No sabía qué
hacer, ¿tal vez pasear? No me apetecía andar. Vi una heladería en
la esquina y al instante me apeteció un helado.
Llegué
a la heladería y pedí un helado de chocolate y vainilla, mi
favorito. Me senté en una mesa, dejé las bolsas a un lado y saqué
el móvil de mi bolso para entretenerme un rato. Me puse a hablar con
mi madre por 'Whatsapp' para decirle que estaba bien y contarle que
me había comprado ropa. De repente, recibí una llamada y miré
quién era; en la pantalla ponía “Yoongi~”
- ¡Hey!
– dijo Yoongi al otro lado del teléfono – ¿qué tal vas?
-
Bastante bien, la verdad – le respondí – gracias por llamar,
necesitaba escuchar tu voz.
- ¿Me
echas de menos? – me preguntó.
- Sí,
mucho … muchísimo.
- … No
te preocupes, iré pronto a visitarte.
- Eso
espero.
- ¡Suga!
¡Vamos, que te quedas atrás! – pude oír, eran los amigos de
Yoongi llamándole.
- ¡Ya
voy! – gritó él – lo siento, tengo que colgar.
- No me
gusta nada ese apodo que te tienen puesto.
- Lo sé,
lo sé …
- Bueno,
ve con ellos, yo voy a volver a casa ya.
- Adiós,
te quiero.
- Yo
también te quiero.
- Cuelga
tú.
- No
seas cursi – era lo que siempre le respondía cuando quería jugar
al típico “Cuelga tú”
- Venga
va … hazlo por mí.
- E-está
bien … cuelga tú.
- ¡No!
¡Cuelga tú! – dijo, riendo.
- Si
insistes – me reí – te amo – y le colgué.
Seguí
comiéndome mi helado tranquilamente mientras pensaba en cómo sería
capaz de vivir sin abrazar a Yoongi más de 10 veces al día.
Entonces caí en la cuenta de algo: ¡Se me había olvidado ir a la
universidad!
- ¡Oh
Dios! ¡La universidad! – dije levantándome de repente de la
silla, y todo el mundo se me quedó mirando.
Cogí mi
helado y las bolsas y comencé a andar a paso ligero mientras comía.
Si no me equivocaba, la universidad estaba bastante lejos, así que
me paré en una parada de autobús. Mientras que el autobús llegaba,
me terminé el helado y fui a un cubo de basura a tirarlo y para
cuando regresé, el bus ya había llegado.
Me monté
y me senté atrás del todo, siempre me había gustado sentarme en el
final. En el trayecto, fui mirando por la ventana para contemplar la
ciudad en la que iba a pasar todos mis años de universidad; todavía
me quedaba mucho por ver y por visitar, esperaba tener días libres
para hacer algo de turismo.
Sentí
que el autobús paraba y vi como las puertas se abrían. Bajé y pude
ver, a mi derecha, la universidad; tenía suerte de que el bus parara
justo enfrente. Las puertas estaban abiertas así que entré. En el
patio había bastantes bancos junto con muchas plantas floridas,
también había pequeños jardines de hierba y algunos árboles; un
ambiente perfecto, era exactamente igual a lo que estaba acostumbrada
a ver en películas americanas. Me adentré en el edificio y solo
habían varias personas haciendo en fila, tal vez esperando para
matricularse.
Me paseé
un poco por ahí buscando algún mostrador en el que pudiera
preguntar si habían listas de gente que necesitara compañeros de
piso, pero no encontré nada. Lo que sí encontré fue un tablón de
anuncios, así que miré a ver si ahí había algún anuncio.
Para mi
suerte, sí lo había y, junto a él, un número de teléfono. Lo
marqué y salí antes de darle al botón de llamar, para sentarme en
un banco. Cuando me senté, me puse el teléfono en la oreja y
después de dos tonos, se oyó una voz.
-
¿Quién? – parecía una voz masculina.
- E-esto
… he visto un anuncio de que buscabas compañero de piso …
- ¡Ah!
¿Estás interesada?
- P-pues
sí …
-
Entonces será mejor hablarlo en persona, ¿puedes mañana?
- Claro,
dime la dirección y mañana iré.
Me dio
la dirección y la memoricé al instante, y después colgué el
teléfono.
Tenía
voz de chico, sí, sin duda era un chico. No me hacía ninguna gracia
vivir con un chico pero es que el lugar estaba bastante cerca de la
universidad según el mapa, y seguramente sería lo más cercano que
podría encontrar, no podía decir que no tan rápidamente; antes lo
intentaría.
Volví a
coger el bus, el cual me dejó a varias calles del hostal. Ya eran
las nueve de la noche, había estado tres horas fuera y estaba
agotada. Antes de subir a mi habitación, pasé por la cafetería y
me tomé rápidamente un café, ya que no tenía ganas de comer.
Subí y
justo al entrar dejé las bolsas dentro del armario, me puse el
pijama y me acosté en la cama; tenía la costumbre de acostarme
pronto, y me quedé dormida.
Al día
siguiente me levanté sobre las once y antes de ir a ver a mi futuro
compañero de piso me di una ducha y me arreglé para darle buena
impresión.
Metí
todo lo necesario en el bolso y salí. Por alguna extraña razón
estaba de los nervios.
Caminé
varios minutos hasta que llegué a la parada más cercana al hostal,
que era la que me llevaba a la zona de la universidad. Podría haber
ido andando, pero me temblaban hasta las piernas, ¿qué me pasaba?
Llegué
y localicé el edificio. Toqué el timbre del interfono y me abrieron
al instante. Subí por las escaleras intentando que las piernas no me
fallaran; me iba a desmayar en cualquier momento. Paré en la 3ª
planta y miré los números de las puertas para localizar la
indicada. La encontré y al lado de ésta vi un botón, respiré
varias veces y lo apreté, y entonces, sentí varios pasos al otro
lado de la puerta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario