miércoles, 11 de septiembre de 2013

Wolf's Tears (Capítulo 2)

Autora: G.ell. (@Maria_BubbleTea)
Participantes: Samantha Hwang (OC/Fan), Lay, Tao, Luhan, Kris, Chen, Xiumin, Sehun y Chanyeol (EXO), Tiffany Hwang (SNSD)
Género: Long-fic, AU, ciencia ficción, fantasía, acción.
Advertencias: Lemon no explícito, muerte de algunos personajes.
Autorización: +12.

 La mañana había sido bastante tranquila, más de lo que esperaba. Aquella vez Sehun había asistida a todas y cada una de las clases, y aun que no se sentaba a su lado se aseguró de hacerla lo más incómodas posibles las clases sin dejar de mirarla. Ni si quiera cuando los profesores se cansaban de pedirle que prestara atención apartaba la vista. No era a la única a la que la incomodaba aquella situación. Lay estaba muy tenso en clases, cada vez que Samantha le hablaba estaba al punto de sufrir paros cardiacos. Aquella vez fue Xiumin, otro miembro de ‘’Kris and company’’  quien la ‘’escoltó’’ al interior de las clases. Nunca antes le había visto. No era muy alto peor tampoco muy bajo, lo suficiente como para que Samantha tuviera que elevar un poco el rostro para mirarle. Pelo de un color castaño anaranjado y de apariencia infantil. Sus mejillas parecían dos bollitos.

- ¿Necesitas alguna ayudita con Matemáticas? - la voz de su hermana la devolvió a la realidad.
 Aquella vez se había permitido el lujo de saltarse la clase de Música para intentar repasar Matemáticas y así no catearlas, como el año pasado, y pasarse el verano con encontrando la maldita x. ¡Qué se compre un mapa y la deje en paz!
- No hace falta, ya me las arreglo yo sola hasta mañana - contestó Samantha.
 Aunque no tiene ni idea de lo que está calculando, ni porqué en una ecuación la estaba dando que 0x=25/9, no iba a molestar a su hermana con todo el trabajo. Navidad se acercaba y eso significaba acción de gracias, noche vieja, año nuevo, decoraciones… cualquier cosa que pueda estar ligada a la Navidad y Tiffany se estaba haciendo cargo de no perderse ninguna de esas cosas por lo que estaba realmente ocupada y ella no quería molestarla ni distraerla asi que, más tarde pediría ayuda a su gran amiga la calculadora o al profesor de Matemáticas. Estaba tan concentrada en, por lo menos, conseguir que una sola ecuación con un resultado creíble que no oía al recién llegado acercarse a ella por la espalda. Cuando notó que alguien la daba un pequeño toque en el hombro dio un bote en el sitio y un agudo y pequeño grito asustada, girándose de golpe para encontrarse con Lay.
- ¿Te he asustado? -.
 Por el tono de voz parecía hacerle bastante gracia y estaba jactándose de ello, Samantha arrugo la nariz molesta por un microsegundo y volvió la atención a sus ejercicios de matemáticas ignorando a Lay por completo. Este sonrió de lado divertido y decidió tomarse la libertad de sentarse en la misma mesa, frente a ella, sin preguntar. Estuvieron en silencio un buen rato y en todo momento Samantha sentía la mirada de Lay clavada en ella, incomodándola más por cada segundo que pasaba. Cansada, cerró el libro de Matemáticas de golpe y lo encaró, cruzándose de brazos sobre el pecho. Justo cuando iba a abrir la boca para decir algo Tiffany se acercó a ellos con dos tazas de chocolate caliente con una nube flotando en el interior, como a ella le gustaba tanto. Los dos jóvenes se lo agradecieron con una sonrisa y hasta que no se alejó lo suficiente Samantha no comenzó a hablar.
- ¿Puedo saber qué es lo que quieres? - preguntó de una manera un tanto arisca.
- Eres muy cruel conmigo, ¿no crees? - respondió Lay fingiendo estar ofendido - Quería comprobar cómo estabas tras todo el numerito de ayer -.
- ¿Numerito? - dijo Samantha un poco más relajada.
Lay rió levemente, haciendo aparecer los hoyuelos más adorables que Samantha había visto en su vida en sus mejillas. Sin ni si quiera ella notarlo se encontró sonriendo. La risa de Lay era contagiosamente adorable al igual que sus hoyuelos.
- La pelea que tuviste con tu novio - dijo Lay tras dar un sorbito a su chocolate caliente - No me gustaría ser él tras haberte dicho esas cosas -.
 Samantha no pudo hacer otra cosa que reír ante aquel comentario. ¿De verdad se pensaba que ella y Sehun eran novios? ¿En serio? No era la primera vez que les confundían de aquella forma pero de alguna manera, viniendo por Lay, la hacía muchísima más gracia que viniendo de otra persona.
- ¡Sehun y yo no somos novios! - contestó Samantha.
 Al momento de contestarle aquello notó que el brillo en los ojos de Lay cambiaba. Sacudió la cabeza ligeramente, habría sido su imaginación. ¿Cómo puede cambiar el brillo de los ojos a alguien? Es más, ¿cómo ha podido notarlo?
- Pues por vuestra pelea lo parecía, ¿le gustas? - preguntó Lay tras dar un gran trago a su taza, Samantha le imitó, quedándose con un bigote de chocolate.
- Entre Sehun y yo hay… había una buena amistad - contestó Samantha un poco apenada, Lay ladeó la cabeza curioso. Aquel gesto dio a entender a Samantha que le interesaba aquel tema y, por un segundo, sintió algo extraño en su interior - Es una larga historia, no quiero aburrirte y mucho menos que pases tiempo conmigo cuando no tienes ganas -.
- No aburres asi que tranquila, y sobre lo de no tener ganas de estar contigo… eres mi compañera de trabajo, asi que quiera o no pasaré tiempo contigo y prefiero hacerlo sabiendo que no nos odiamos, ¿verdad? - dijo Lay divertido al ver que la chica no se daba cuenta de su bigote de chocolate.
- Yo no te odio - dijo Samantha sonriendo tímidamente, bajando la cabeza.
- Ni yo a ti, ya hemos dado un paso para soportarnos - dijo Lay para después tomar otro trago del chocolate caliente.
 Samantha rió débilmente ante aquel comentario. Lay no era un mal tipo después de todo. El primer día, reconozcámoslo, se comportó de una manera un tanto arisca y distante pero igual su hermana tenía razón y lo hizo solo por ser el primer día y estar asustado. En estos momentos, frente a ella, parecía alguien completamente nuevo. Era más educado y un poco más abierto con ella, y eso la gustaba.
- Aunque, prefiero tener compañeras de equipo sin bigote la verdad - comentó Lay riendo de nuevo.
 Samantha frunció el ceño extrañada. ¿Bigote? ¿A qué se refería? Pero entonces calló en la cuenta de que, siempre que tomaba chocolate caliente, se la formaba un bigote de chocolate sobre el labio superior. Avergonzada se tapó la boca y cogió una servilleta para limpiarse.
- ¡Podrías haberme avisado! - dijo molesta - ¡Llevo casi un cuarto de hora hablando contigo con el bigote y tú no has dicho nada! ¡Menuda vergüenza! -.
- Reconoce que es algo bastante divertido - dijo Lay entre risas.
 Samantha hizo una bola la servilleta y sin pensárselo más se la lanzó, dándole de lleno en la cabeza. Por su parte, Lay no podía dejar de reírse. Era una tontería, lo sabía, pero la reacción de Samantha le ayudaba a ello. Tras tranquilizarse estuvieron unos minutos en silencio, sin saber muy bien qué decir o hacer.
- ¿Te encuentras mejor? - preguntó Lay de golpe, Samantha levantó la vista y asintió levemente.
- Un poco, muchas gracias… aunque lo del bigote te lo pienso devolver - contestó Samantha.
- Lo que tú digas - dijo Lay levantándose - Vamos, esta vez te escolto yo a clase -.
- ¿También te lo ha pedido Sehun? - preguntó Samantha recogiendo sus cosas.
- En absoluto - contestó Lay - No le caigo demasiado bien a tu amigo y no creo que nunca deje de hacerlo -.
- ¿Cómo si ni si quiera os habéis hablado? - insistió la joven mientras los dos salían de la cafetería.
- Es una larga historia - contestó Lay sonriendo con autosuficiencia.
 ¿Acababa de usar la misma escusa que usó antes con ella? Decidió no indagar más en aquel tema e ir hasta el instituto en silencio. Sin se daban un poco de prisa llegarían para el comienzo de la clase de literatura y podrían ver la exposiciones de los sus compañeros de clase.  Por el camino pasaron frente a un escaparate de televisores. Todos sincronizados en la misma antena. En ese momento estaban dando unas noticias de última hora y la gente parecía bastante interesada. Samantha se acercó curiosa, seguida de cerca por Lay, para poder enterarse de las últimas noticias.
- ¿Qué ocurre? - preguntó a una pareja de adultos que tenía al lado, estos se giraron e hicieron una mueca.
- Lo de siempre pequeña - contestó la mujer, se notaba preocupada.
- Los lobos han atacado de nuevo y esta vez han matado a tres personas, ha ocurrido cerca de aquí y las víctimas han sido tres estudiantes - aquel hombre suspiró - Es una verdadera pena que pase todo esto, si tuviéramos mejor controlados a los animales salvajes no pasaría esto -.
- Señor, tenga en cuenta que los lobos pueden sentirse intimidados por nuestra presencia y por eso ataquen - comentó Lay - Después de todo, el pueblo está asentado justo al lado del bosque que es su territorio -.
- ¡Lay! - exclamó Samantha mientras le daba un codazo en el costado, ¿pero cómo podía soltar aquello tras haber oído que tres personas habían muerto?
- No te preocupes pequeña, en parte tiene razón y por eso mucha gente empieza a irse del pueblo - dijo la mujer intentando quitar importancia a lo que Lay acababa de decir.
- Es una pena… - musitó Samantha.
- Lo que deberíamos hacer es acabar con la amenaza de raíz - Samantha y Lay se giraron al oír aquella voz tan grave tras ellos. Era aquel hombre con gabardina y sombrero, aunque aquella vez no lo llevaba dejando al descubierto su rostro. Tenía una cicatriz en el ojo derecho y otra en la comisura de los labios, como si un animal se lo hubiera hecho de un zarpazo - Los lobos son animales salvajes, capaces de matar a cualquier persona. Habría que acabar con ellos cuanto antes, al menos al cabeza de la manada, ¿no crees joven? -.
 Aquella pregunta iba dirigida a Lay. Al no oír la respuesta Samantha se giró hacia este. Estaba tenso, casi asustado, y tenía los puños cerrados con muchísima fuerza que incluso sus nudillos se habían puesto blancos. Samantha los miró extrañada, era como si se conocieran de antes. Lay por fín volvió a la realidad pero solo para agarrar a Samantha por el brazo y salir pitando de allí hacia el instituto. Intentó deshacerse del agarre pero era demasiado fuerte y cada vez que movía el brazo para intentarlo se hacía daño. Al llegar a la entrada del instituto pudo deshacerse del agarre de Lay. Tenía el brazo dolorido y una marca roja en él que seguramente dejaría moratón. ¿Cuánta fuerza tenía Lay?
- ¡No tenías que haberme arrastrado de esa forma! Ademas, irte sin contestar a aquel hombre ha sido un gesto bastante maleducado por tu parte - exclamó Samantha molesta.
 Se sorprendió al ver la palidez de Lay. Todo esto empezaba a mosquearla. Primero él y Sehun intercambian miradas, luego el ataque de posesividad y celos de esta hacia que Lay estuviera cerca suyo y ahora el comportamiento tan raro de Lay hacia ese hombre.
- Lay - llamó Samantha para sacarle del trance - ¿Te encuentras bien? Estas muy pálido, deberías ir a la enfermería -.
- Estoy bien - contestó secamente y entrando hacia el edificio.
 Samantha suspiró cansada. ¿Es que nunca se juntará con personas normales? ¿Cuándo aprenderá? Tras frotarse de nuevo el brazo entró al centro y, con prisa, se dirigió hacia el aula de Literatura. Ese día los alumnos del Club del Libro iban a hacer un debate sobre las novelas de la autora Stephenie Meyer. Samantha había oído hablar mucho sobre sus novelas y había visto la película de una de ellas con su hermana; una gran fan de la saga de Crepúsculo; pero personalmente no la llamaba la atención. La historia era bonita, pero era un poco escéptica en cuanto a la existencia de vampiros y/u hombres lobo. Reconocía que la película que vió fue bastante entretenida y los actores eran bastante guapos y tenían buen cuerpo, pero simplemente aquel escepticismo suyo, muchas veces, la superaba y no la dejaba disfrutar de lo que las chicas de su edad disfrutan. Cuando entró en clase Lay ya estaba sentado en su sitio. Estaba sentado, inclinado sobre le mesa con la cabeza entre sus brazos. Observó un momento a la clase mientras se dirigía a su sitio. Aquella vez también asistía Sehun, sentado al lado de Bea. Esta la sonrió y la saludó como de costumbre.
- ¿Te encuentras mejor o sigues de mal humor? - preguntó Samantha tras sentarse en su sitio.
Lay tan solo emitió una especie de gruñido sin levantar la cabeza. Samantha sonrió divertida, se parecía a un niño pequeño enfadado, intentando llamar la atención de su madre. Tras intentar un par de veces más saber qué le pasaba a su compañero decidió sacar su bloc de notas y comenzar a dibujar. Aquel bloc era personal, no dejaba que nadie lo viera. En él tenía retratos de gente del pueblo, compañeros de clase, profesores… La encantaba dibujar, pero la daba vergüenza que la gente viera sus dibujos. No la parecían lo bastante buenos aun.  Observó a su clase, buscando el nuevo objetivo para matar el aburrimiento. ¿A quién dibujaría ahora? Miró a Lay, que seguía tumbado sobre la mesa sin darse cuenta de nada. Objetivo encontrado. En mitad del proceso un avión de papel se cruzó entre el boceto y ella. Extrañada lo abrió, era una nota de Bea.
‘’He estado hablando con Sehun y me ha contado la pelea que tuvisteis :( ¿Estás bien? ¡Le he regañado por haberse comportado tan mal! >.< ‘’
 Contestó aquella nota en una diferente hoja e hizo un avión de papel y justo antes de lanzarlo se acordó de un pequeño problema. No sabe cómo hacer volar uno de estos. Sin otro remedio sacudió un poco a Lay por el hombro hasta que este levantó la cabeza interrogante.
- ¿Me haces un favor? - preguntó - ¿Podrías hacer llegar este avión de papel hasta aquella chica? -.
Lay cogió el avión de papel y miró hacia Bea, quien mantenía una pequeña conversación con Sehun. Miró a Samantha y esta asintió con la cabeza, acto seguido lanzó el avión de papel, dando a Bea en la cabeza. Justo en ese momento el profesor de Literatura entró por la puerta y todas las bolas de papel cesaron de volar, al mismo tiempo que las voces de los alumnos fueron apagándose poco a poco. Una vez que la clase estuvo en calma el profesor, un hombre de unos 42 años con gafas de pasta, comenzó a dar los papeles en el debate para que después los miembros del Club del Libro dieran el tema.
- Muy bien clase, los grupos quedan de esta manera: Argumentos a favor los 6 primeros de la lista, en contra los 6 últimos - dijo, entonces reparó en Lay - Usted se pondrá en el grupo de argumentos a favor. Recordad que esto es un 25% de la nota final, asi que id con todo lo que se os ocurra -.
- El tema que el club hemos propuesto es si, las criaturas como los vampiros o licántropos existiesen, ¿sería capaz una persona normal mantener una relación con esa criatura? - Samantha, junto con la mayoría de la clase y el profesor, rodó los ojos. ¿En serio? ¿De eso iba a ir el tema del debate?
- Está claro que la próxima vez yo elegiré el tema, en fin, empieza el grupo de argumentos a favor -.
 El debate empezó de forma normal. Cada grupo daba su opinión y el otro intentaba refutársela para poder convencer a los alumnos que hacían de público de su lado y así ganar el debate. Muy pronto el profesor tuvo que intervenir por la falta de educación de algunos miembros de ambos grupos y por la falta de orden. Samantha y Lay no decían nada, y tampoco tenían ganas la verdad.
- Samantha y Lay, si queréis aprobar mi asignatura debéis intervenir en el debate… por muy estúpido que sea el tema - dijo el profesor mientras tomaba apuntes en su libreta. Samantha suspiró y decidió debatir, cualquier tontería que dijera estaría bien.
- Mi punto de vista es el mismo que el de mi grupo. No creo que un vampiro, y mucho menos un licántropo, sean capaces de poder mantener una relación con una humana. No digo que no puedan amar o sentir apego hacia otra persona, pero es muy peligroso mantener esa relación. Un vampiro puede llegar a matarte si te muerde y si un licántropo se descontrola seguro que llega a atacarte ciego de ira - dijo Samantha.
- Pero según lo que el libro cuenta, un vampiro puede controlarse bebiendo sangre animal ¿no es verdad? - respondió Lay sentado en la silla con los brazos y piernas cruzadas. Parecía un político de verdad - Y sobre el tema de los licántropos, está lleno de tópicos. Eso de convertirse solo en luna llena no es cierto, aunque esos días los licántropos suelen estar de peor humor. Pero una cosa que si es cierta es eso de la imprimación pero no de la misma forma que este libro representa. En cualquier caso, las dos criaturas pueden tener cuidado en cuanto a si su pareja es humana o no, tan solo es fuerza de voluntad -.
 Samantha se aventuró a contestar aquel comentario cuando el timbre anunció el final de la clase. Suspiró frustrada, de verdad le encantaría haber seguido con aquel debate tras escuchar a Lay. ¿Cómo sabía tanto sobre los licántropos si ni si quiera se había leído aquellos libros o visto las películas?
- Samantha - esta se giró al oír llamar su nombre, era Bea - ¿Me acompañarías a la biblioteca a por un libro antes de ir a la siguiente clase? -.
- Si claro… - la parecía raro el hecho de que Bea no la hablase por una nota y, por el incesante frotamiento de manos, a ella también la resultaba un poco raro.
 Sin decir mucho más se encaminaron hacia la biblioteca. No estaba muy lejos de la clase de Literatura, por lo que no tuvieron que andar mucho rato. Como siempre el bibliotecario estaba colocando algunos libros por aquí y por allá, algunos alumnos estaban estudiando mientras que otros preferían fingir estudiar para faltar a clases y luego tener excusa.
- ¿Qué es lo que buscas exactamente? - preguntó Samantha.
- Un libro de cocina, quiero ser yo quien prepare la cena de Navidad a mi familia y quiero ir practicando - contestó sonriente.
 Las dos se pusieron a buscar aquel libro por todas las estanterías. La biblioteca era bastante grande y no ayudaba el hecho de que el encargado en ordenarla fuera un total desastre.  Cada una buscó por su lado para abarcar más terreno. Bea comenzó a buscar por donde usualmente encontraba todos los libros que ella buscaba, mientras que Samantha solo buscaba sin saber muy bien por dónde. Siempre que necesitaba saber algo o buscar información en algún libro iba a la librería del frente de su casa, por lo que no sabía muy bien por donde buscar esta vez.
- Bea - llamó mientras el bibliotecario no prestaba atención, la nombrada se giró - ¿Cómo es el libro que buscas? -.
- Tiene la tapa de color crema y el título es de color verde - contestó mientras seguía buscando.
 Samantha suspiró y la imitó. Durante unos segundos pensó en rendirse y volver a clase antes de que el profesor de gimnasia se diera cuenta de que dos de sus alumnas faltaban en clase. Por suerte el señor Minjun nunca repasa la lista de clase hasta el último minuto, por lo que no pasaría nada si llegasen por los pelos. Tras media hora de búsqueda por fín pudo divisar el libro que Bea estaba buscando. Miro hacia los lados para ver si el bibliotecario podía cogérselo, estaba demasiado alto para ella… Casi todo estaba demasiado alto para ella en realidad. Suspiró pesadamente al no verlo por ningún lado e intentó cogerlo por sí misma. Se acercó a la estantería y se puso de puntillas, todo lo posible, pero aun así no había manera. Ni si quiera llegaba a rozar el libro. Apoyó la frente en la balda pesadamente. La vida de una bajita no es nada fácil.
- Déjame ayudarte pequeñita  - dijo una voz tras ella.
 Se giró un poco molesta, dispuesta a responder, pero de su garganta no salió nada al ver cómo Lay se acercaba a ella hasta el punto de tener que apoyar sus manos en su pecho. Lo miró agitada y se tranquilizó al ver que solo estaba cogiéndola aquel libro a que ella no llegaba y se lo tendía.
- Gracias, aunque aquel comentario sobraba - dijo Samantha haciendo un ligero puchero, Lay sonrió de lado.
 Antes de poder decir nada más Bea se dio cuenta de que ya habían encontrado el libro que tanto buscaba y se acercó a ellos. Cuando llegó a su lado les miró curiosa.
- ¿Has encontrado el libro? - preguntó Bea mientras lo cogía sonriente - Muchas gracias por ayudarme Samantha -.
- De nada… Por cierto, este es Lay - contestó Samantha presentándoselo, el nombrado tan solo movió la cabeza a modo de saludo.
- Yo soy Bea, en cantada -.
- Tú eres la chica esa tan rara que solo habla a Samantha por notas, ¿no? - preguntó Lay sin cuidado alguno.
 Samantha le dio un codazo y Bea se rascó la nuca nerviosa. Lo que nadie sabía era que hacía aquellas notas porque tenía muchísima vergüenza al hablar con la gente cara a cara y con Samantha prefirió ir poco a poco para no estropearlo. Quería tener una amiga y Samantha la parecía la chica perfecta. Además tenían cosas en común y quería que aquella vez su timidez no lo estropeara.
- No es tan raro… yo no lo veo raro - dijo Bea avergonzada.
Bea agachó la cabeza, agradeció el gesto a Samantha y se fue de la biblioteca. Dejándoles a solas allí. Molesta, le dio un codazo en el costado llamando la atención de Lay. Quien la miró algo sorprendido por aquel gesto.
- ¿Por qué me das? - preguntó  sorprendido.
- ¿Cómo que por qué te doy? - respondió Samantha - Mira, sé que dijiste que no querías amigos, novia o compañía el primer día… pero eso no significa que puedas ser tan arisco y maleducado con los demás. Que yo te aguante no quiere decir que los demás lo hagan, ¿entendido?-.
Lay no dijo nada, tan solo miró a los lados. La biblioteca estaba en silencio, muy callada… demasiado. Siempre había alguien dentro pero, ¿por qué esta vez solo estaban ellos dos? Samantha en cambio no dejaba de reprocharle aquel comentario hacia Bea. Ella es capaz de aguantar cualquier comentario arisco u ofensivo que la digan, pero Bea es diferente. Bea es más sensible.
- ¿Me estas escuchando? - preguntó Samantha, Lay tan solo la mando callar con la mano - ¡No te atrevas a mandarme callar o te juro que...!-.
 Samantha lo vió todo a cámara lenta. Lo primero que vió fue cómo Lay se lazaba hacia ella y la apartaba junto a él hacia el suelo. Luego vió cómo aquel gigantesco loco negro se precipitaba contra una de aquellas estanterías. ¡Un lobo en el instituto! ¡Y Lay acababa de salvarla la vida! Sin tiempo a reaccionar se vió arrastrada de nuevo por Lay hacia la salida, pero estaba cerrada.
- ¡Maldición! - siseó Lay mientras golpeaba la puerta, miró hacia atrás por si aquel lobo aún había salido de debajo de aquella estantería.
- ¡Dime si hay alguna otra salida, rápido! - dijo Lay cogiendo a Samantha de los hombros, esta asintió intentando recuperar el aliento.
- E-en la parte de atrás de la biblioteca hay una puerta que lleva hasta la terraza del instituto… - dijo sintiendo como el corazón la iba a mil por hora. Estaban los dos encerrados en la biblioteca junto con un lobo salvaje capaz de matarles. Lay la llevó tras la mesa y se escondieron allí, después la cogió del rostro y juntó sus frentes para intentar tranquilizarla.
- Mírame Samantha - ella obedeció mientras comenzaba a temblar como loca - Ahora voy a salir y voy a intentar distraerle, cuando yo te diga sales corriendo y subes a la terraza. ¿Tienes móvil? - de nuevo asintió - En cuanto subas llama a la policía o a alguien que pueda ayudarnos, ¿entendido? -.
- ¿Qué pasa contigo? - preguntó mientras veía cómo se levantaba de se alejaba de aquel escondite.
- Yo estaré bien, tan solo hazme caso y todo irá bien -.
 Y dicho eso salió de allí directo hacia donde aquel lobo se encontraba. Samantha se pegó  a la mesa mientras oía todos los ruidos, gruñidos y golpes que seguramente serían por el intento de distracción de Lay. Tras pensárselo un par de veces Samantha asomó la cabeza para ver qué es lo que estaba pasando. Sorprendentemente Lay estaba encima de las estanterías, saltando de un lado a otro, mientras llamaba la atención del lobo. Todo parecía normal (todo lo normal que podía ser aquella situación) pero entonces se fijó en algo. No solo estaba llamándole la atención y esquivando todos los mordiscos que el lobo dirigía hacia él, también le estaba devolviendo algunos golpes. ¿Cómo era posible que Lay se moviera de aquella forma sobre las estanterías, dando patadas al hocico del lobo mientras se sujetaba en el borde de estas y no caer? Era como si estuviera viendo escenas de las series de animaciones japonesas. Mientras no dejaba de mirar cómo un simple chico de 18 años plantaba cara a semejante lobo, este pareció darse cuenta que no conseguía nada yendo a por Lay y fijó su vista en Samantha. Esta al darse cuenta notó cómo la respiración se la cortaba al observar que el lobo comenzaba a avanzar hacia ella. Lay, por su parte, siseó entre dientes y miró a los lados intentando pensar en algo rápido para que no ocurriera nada malo. Rápidamente empujó una de las estanterías, provocando un efecto dominó que llamó la atención tanto del lobo como la de Samantha. Una tras otra las estanterías cayeron y para sorpresa de Samantha, la caída de dos de ellas atrapó al lobo, produciendo su completa inmovilidad por unos momentos.
- ¡Ahora es nuestra oportunidad, corre! - gritó Lay mientras saltaba de la única estantería en pie.
 No esperó a otra orden o grito y salió de su escondite directa hacia la salida a la terraza del instituto. Lay la seguía de cerca, cerrando la puesta tras de sí. Subieron corriendo por las escaleras de caracol, oyendo por el camino el aullido de aquel lobo que seguramente se habría liberado de aquellas estanterías. Sin esperar a que Lay la dijese nada aumentó la velocidad, llegando a la terraza. Cerró la puerta y Lay la trancó con una barra de hierro para que aquel lobo no pudiera derribarla tan fácilmente. Sacó el móvil, temblorosa, y comenzó a marcar el número de la policía cuando oyó perfectamente cómo el lobo arremetía contra la puerta, intentando abrirla.
- ¿P-policía?... Soy una estudiante del instituto, ha-hay un lobo e intenta matarnos… - dijo intentando que la voz no la fallase - N-no es una broma se lo aseguro… -.
- Escuche - dijo Lay tras arrebatarla el móvil y cogiendo otra de las múltiples barras de hierro que había esparcidas por aquella terraza - Si no llega pronto con ayuda tendrá que venir con ambulancias y explicar a dos familias más por qué sus hijos han sido encontrados muertos en la terraza de un instituto a manos de un lobo. Verán la llamada realizada, que nos han ignorado y la culpa caerá sobre vosotros, saldrán en las noticias y todo el mundo sabrá que los agentes de aquí son unos completos incompetentes que por su culpa han muerto dos víctimas más por un ataque de lobo… -.
 Hubo un momento de silencio en el que solo se podía oír cómo aquel lobo no dejaba de intentar derribar la puerta. De repente el lobo cesó, dejando a los dos jóvenes extrañados.
- No tarden mucho… - dijo Lay colgando el móvil y dándoselo a Samantha.
Lay la señaló el conducto de ventilación y rápidamente se escondió allí. No se oía prácticamente nada, tan solo a la clase de gimnasia entrenar en el patio y el silbato del profesor. Hubo unos minutos más de silencio cuando, de repente, la puerta cayó y el lobo se abalanzó hacia Lay rodando unos cuantos metros. Samantha gritó en busca de auxilio, pero nada salió de su garganta. Era tal la imagen que estaba viendo que no podía si quiera moverse, ni pestañear. Lay defendiéndose como podía del lobo con aquella barra de hierro mientras aquel inmenso animal le lanzaba mordiscos y zarpazos. Sin darse cuenta, comenzó a llorar. Iba a ser testigo de cómo aquel lobo mataba a su compañero y ella no podía hacer nada. Cerró los ojos, temerosa, mientras comenzaba a llorar en silencio. Se sentía tan inútil en aquel momento… Lay estaba a punto de morir por intentar salvarlos a los dos y ella no era capaz de hacer nada. Un sonido sordo la sacó de sus pensamientos. El lobo se encontraba a un lado, aturdido, mientras sacudía la cabeza y se tambaleaba. Por otro lado Lay se encontraba de pies, pero había algo raro. Era como si a él también le hubieran dado con aquella barra de hierro. No dejaba de sujetarse la cabeza y sacudirla. Tras armarse de valor se acercó a Lay y lo que vió la pareció una pesadilla. Tenía los ojos rojos.
- ¿Lay?... ¿Lay te encuentras bien? - preguntó cogiéndole del brazo, en aquel momento las sirenas de los coches de policía comenzaron a oírse.
- Vete de aquí - dijo Lay alejándola de él en un gesto brusco mientras se hacía una bola en el suelo. Estaba comenzando a temblar bruscamente y, por cómo clavaba las uñas en el cemento, algo le estaba pasando. Además, la voz se le había vuelto más grave.
- ¿¡Pero qué estás diciendo!? - exclamó extrañada, volviéndose a acercar a él pero Lay levantó la mano indicándola que se detuviese - ¡N-no te voy a dejar sola con ese animal! -
- ¡Hazme caso, si no quieres morir vete de aquí! - gritó Lay dando un golpe en el suelo, sin levantar la vista de este.

 Las sirenas de la policía se acercaron en un abrir y cerrar de ojos. Entonces, de nuevo, aquel lobo gruñó y clavó la mirada en ellos. Iba a volver a atacar, pero esta vez Lay no podía defenderles por alguna razón. Sin saber muy bien cómo, se puso frente a Lay con la barra de hierro en las manos. No sabía cómo, pero esta vez no iba a quedarse sentada, llorando y ver cómo lo mataban. Aquel animal se acercó lentamente hacia ella, quedando a escasos centímetros el uno del otro. Podía sentir el aliento del animal en su rostro y aquellos ojos de color oro clavarse en ella. Como era de esperarse el lobo la apartó con fuerza, dejándola las marcas de sus garras en el brazo. El dolor que sentía en ese momento era inmenso. Se llevó la mano a la herida y comenzó a sentir que la vista se la nublaba. En un último esfuerzo miró hacia la dirección de Lay y escuchó las voces de los agentes de policía subir hacia la terraza por las escaleras. Todo se estaba volviendo borroso, pero pudo ver perfectamente cómo aquel animal parecía asustarse y salir corriendo por las escaleras, produciendo que aquellos agentes gritaran por la impresión. No hubo disparos, lo que significaba que el lobo había escapado ileso. Intentó levantarse, pero toda aquella aventura la había dejado sin fuerzas y sentía cómo iba a desmayarse en cuestión de minutos. De nuevo dirigió la vista a Lay, quien se levantó con muchísimo esfuerzo, se dirigió hacia el borde de la terraza tambaleándose y… saltó. Ya no pudo aguantar más y, tras emitir un gemido lastimero de dolor, se desmayó con la imagen de los ojos de aquel lobo y de Lay saltando por la terraza grabada en su mente. 

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