Participantes: Samantha Hwang (OC/Fan), Lay, Tao, Luhan, Kris, Chen, Xiumin, Sehun y Chanyeol (EXO), Tiffany Hwang (SNSD)
Género: Long-fic, AU, ciencia ficción, fantasía, acción.
Advertencias: Lemon no explícito, muerte de algunos personajes.
Autorización: +12.
Nieve cayendo sobre las cabezas de la gente,quienes no dejaban
de ir y venir de un lado a otro por la calle chocando alguna que otra vez con
algún despistado; luces de todos los colores, pasando por el blanco hasta el
tradicional rojo y verde, colgadas por las farolas, árboles y ventanas de las
casas; los niños haciendo guerras de bolas de nieve, dando alguna que otra vez
a la gente que solo paseaba cerca de ellos… Pronto sería Navidad y aquello
traía dicha y felicidad a todas las personas, excepto a ella. Navidad era uno
de esos días en los que recordaba con más fuerza a sus padres. Navidad también
significa reunirse con la familia, otro de los aspectos que más odiaba.
Navidad, para ella, significaba aguantar las pullas y quejas de su abuela por
parte materna. Todo el mundo tiene abuelas que se preocupan por ellos, que los
cuidan, los quieren y los miman a espaldas de sus padres… ella tiene al Grinch
como abuela. Siempre quejándose de todo y de todos, bueno solo de ella. Al
parecer es la única nieta que ella no deseaba. Siempre, desde pequeña, ha ido
dejando claro que Samantha no era lo que ella esperaba como nieta y siempre
tenía en boca a su madre. Si hay algo que odiase es que la comparasen con ella.
La dolía que no dejasen de recordarla a sus padres. No la importaba ser
comparada con ella. Su madre siempre fue una mujer muy guapa y dulce con la
gente, e inculcó a sus hijas para que fueran educadas y buenas con la gente…
pero en estas fechas tanto Samantha como Tiffany estaban más sensibles y
receptivas de lo común y cualquier recuerdo de sus padres podía hacerlas
llorar.
Suspiró una vez
más mientras veía a la gente ir y venir
de un lado para otro con el estrés en ellos mientras sostenía su taza de
chocolate caliente con las dos manos, calentándolas del frío. Se supone que la
Navidad trae tranquilidad, dicha, felicidad… pero por la calle solo se veía
estrés y preocupación. Era algo curioso como una fecha podía estresar tanto a
la gente. Volvió la mirada hacia su taza e hizo un puchero. Ningún chocolate
caliente podía compararse con el que siempre la hacía su hermana. Una receta
familiar que su madre la enseñó y que pronto Tiffany la enseñará a ella.
- ¿Sabes? Siempre me has parecido una de las chicas más
misteriosas de clase - comentó Bea captando la atención de Samantha. Aquella
mañana había decidido salir a dar una vuelta con la única amiga, al menos
chica, que tenía. Estaba un poco saturada por el tema de la bipolaridad de Sehun
y, sobre todo, por intentar descubrir lo que Lay realmente era. Aunque ahora,
cuando pensaba en Lay, lo primero que se la venía a la cabeza era lo que ocurrió
la otra noche en su cuarto.
- ¿Yo misteriosa? - preguntó Samantha, Bea asintió tras
ajustarse las gafas de pasta que siempre llevaba puestas.
- Nunca hacías nada para llamar la atención de los
chicos, ni si quiera de los profesores o de las compañeras de clase para hacer
amistades… - explicó Bea - Además, siempre andas garabateando en los ratos
libres y no hablabas con nadie, exceptuando nuestras notas -.
- Supongo que tus notas eran lo único que necesitaba -
dijo Samantha sonriente.
- Gracias - contestó Bea - Aunque ahora que Sehun parece
haber vuelto en sí… preferí hablar en persona contigo -.
- La verdad es que yo también tenía ganas de poder hablar
en persona contigo y quedar como una pareja de amigas - comentó Samantha riendo
débilmente.
Estuvieron un
momento más en silencio, disfrutando del ruido de la gente en la cafetería
pidiendo cafés, batidos, chocolates calientes… y mirando por la vidriera a la
gente que pasaba. Algún que otro niño se paraba y las mirada curioso, otros
simplemente las sacaba la lengua haciéndolas reír.
- Entonces… ¿entre tú y Lay hay algo? - preguntó Bea
sonriente, haciendo que Samantha se removiera nerviosa en el sitio.
- ¿Qué te hace pensar eso? - Bea rió y tras dar un
pequeño sorbo a su chocolate caliente se volvió a acomodar las gafas para
proceder a contestar. Ese gesto siempre hizo gracia a Samantha, cada vez que
iba a contestar a algún profesor o a alguna pregunta que alguien la hiciera Bea
se ajustaba las gafas. Como si fuera un político o una profesora.
- Es bastante obvio que a Lay le gustas, y bastante a
decir verdad - contestó sonriente - Cada vez que hablas en clase respondiendo a
algún profesor es de los pocos momentos en los que de verdad presta atención;
además, la semana que faltaste se veía totalmente perdido en clases. Era como
si, con el hecho de que tú faltarás, algo en él no estuviera en su sitio -.
- El otro día lo dejó bastante claro a mi parecer…
seguramente Sehun te habrá contado una pequeña parte - dijo Samantha jugando
con la taza entre sus manos.
- Más o menos, al salir de las clases me dijo que tenía
que ir a no sé qué reunión y a tu casa para ayudarte. Después recibí un mensaje
suyo diciendo que le habías echo una encerrona con Lay - Samantha rodó los ojos
cansada, aquello no fue premeditado, ocurrió y ya está.
- En fin, Sehun tuvo que irse con Kris and company y nos
dejó a Lay y a mí a solas. Mi hermana también tuvo que irse - dijo Samantha,
entonces Bea pareció interesarse más por la conversación.
- ¿Y qué ocurrió? - preguntó curiosa.
- Ya habíamos terminado en ordenar mi cuarto asi que nos
tumbamos en la cama y…bueno, ocurrieron cosas que llevaron a otras cosas que
hicieron que Lay me besara - contestó Samantha tímidamente.
- ¿Le correspondiste? - Samantha asintió - Y… ¿cómo besa?
-.
- ¡Bea! - exclamó Samantha avergonzada haciendo que toda
la cafetería concentrase su atención hacia ellas.
- Solo contéstame a esa pregunta y no volveré a sacar el
tema - suplicó juntando las manos frente a su cara - Por favor -.
- Besa bastante bien… - contestó Samantha mordiéndose el
labio inferior recordando todas las sensaciones que sintió mientras Lay la
besaba.
- Todas las chicas de clase estarían muertas de envidia
seguro - dijo Bea removiendo el chocolate caliente de su taza con la
cucharilla, apoyando la cabeza en la palma de su mano.
- ¿Tú también? - Bea negó la cabeza divertida.
- Lay no es mi tipo, es demasiado… raro. Hay algo en él
que me da mala espina y que no deja que le vea como las chicas de clase -
contestó, entonces una pequeña y tímida sonrisa asomó por sus labios - Además,
no es él quien me gusta -.
- Creo saber quién es ese chico - dijo Samantha
sonriente, se hacía una ligera idea. Las tímidas miradas que le lanzaba, la
sonrisa que mostraba cada vez que se hablaban y ese brillo en los ojos cuando
le miraba a escondidas de que nadie la pillara.
Bea tan solo rió divertida y dio otro trago a su
chocolate caliente. Mañanas con aquellas no las cambiaría por nada en el mundo.
De nuevo aquel cómodo silencio se formó entre ellas. Pasaron el resto de la
mañana dando una vuelta por la zona de tiendas, cogiendo alguna que otra cosa
para sus familias. Al pasar por una joyería se la ocurrió cogerle un pequeño
regalo a su hermana por todo el trabajo duro y el sacrificio que tuvo con ella.
Tras pagar aquel regalo y salir de la tienda chocó contra aquel señor tan raro.
Era el mismo por el que Lay se puso tan tenso antes de entrar a clase, y con
quien se encontró antes del ataque en la biblioteca. Aquella vez no llevaba
gabardina, solo un abrigo de color negro. Tenía el pelo largo y levemente
enmarañado y la barba de 5 días reposaba en su rostro.
- Perdóneme señor, no veía por dónde iba - dijo
inclinándose con el cuerpo a modo de disculpa.
- No importa, me alegra haberme chocado contigo pequeña -
contestó el hombre con esa voz tan grabe - Te estaba buscando -.
- ¿Por qué? - preguntó Samantha manteniendo las
distancias.
- Es sobre ese chico que te acompañaba el otro día.
Corres un gran peligro si estás junto a él, además las apariencias engañan y él
lo está haciendo - le advirtió aquel hombre.
- Mire, no sé qué es lo que me quiere decir pero le
agradecería que no hablase así de un amigo mío… al menos no a sus espaldas -
contestó Samantha alejándose lentamente.
- No seas insensata Caperucita, el lobo no es buena
compañía y a la mínima intentará comerte tenlo por seguro - aquello fue lo
último que escuchó decir a aquel hombre antes de doblar la esquina.
Bea la miró extrañada y al ver que Samantha no decía nada
entendió que no quería hablar del tema. Quizá más tarde la diría algo o no. Por
otro lado Samantha no entendía lo que había dicho. ¿A qué se refería aquello de
‘’alejarse del lobo’’? Miró la hora y se despidió de Bea, debía de estar en
casa hace un cuarto de hora para ayudar a su hermana. Se colocó mejor el abrigo
al notar cómo el frío aumentaba y la calaba en los huesos. Aquel día era uno de
los más fríos que había vivido nunca y todas las calles estaban cubiertas de
nieve por la nevada de la aquella noche. Tras mirar de nuevo la hora decidió
coger el atajo que solía tomar para ir a clases y no llegar tarde. Si seguía
por ahí seguramente ahorraría dar tantas vueltas y llegaría justa de tiempo.
Por aquel lugar no había ni una sola alma, tan solo ella y el silencio, y
aquello la daba mala espina. La alarma del móvil la sacó de sus pensamientos.
Era un mensaje de Tiffany, tenía cosas que hacer por lo que no estaría en casa
hasta la tarde. Otro día más la casa para ella sola. El primer día la pareció
bien, el segundo día no la importó, el tercero la mosqueó un poco…y hoy ya ni
si quiera se preocupa. Desde aquel día en el que ordenaron su nuevo cuarto
Tiffany comenzó a comportarse de forma muy rara. Día sí y día no se iba a saber
dónde y no volvía hasta pasadas unas horas. La otra vez fue todo el día, hoy
hasta la tarde… Suspiró cansada y
decidió tomar otro camino. Iría a casa un poco más tarde, al menos hasta que
tuviera hambre. Sin saber a dónde ir, comenzó a caminar por las calles y
callejuelas de aquel pueblo tan pintoresco. Tras la nevada de anoche, todo era
mucho más navideño. Aún había algún que otro niño jugando con la nieve mientras
sus padres les observaban. Aquello la trajo tanta nostalgia. Aquella escena la
recordaba mucho a cuando Tiffany y ella retaban a sus padres a una guerra de
bolas de nieve. Claramente ellos se dejaban ganar, pero para ella y Tiffany era
como si hubieran ganado una gran batalla. Para ellas, a esa edad, sus padres
eran como los reyes del mundo. Andando sin rumbo fijo, llegó a un parque
cercano a su casa. Los niños se habían encargado de limpiar por ellos mismo la
nieve de los columpios y toboganes para su propio disfrute haciendo un favor a
los encargados aquella semana de limpiar la nieve de los lugares públicos. No había gente por los alrededores,
seguramente todos los niños o jóvenes de su edad estarían esperando a que su madre terminase de preparar la
comida. Otra de las muchas cosas que
envidiaba a la gente normal de su edad.
- ¿Acaso no lo sabes? - preguntó una voz conocida tras
ella - Ir sola por la calle puede ser peligroso, ¿y si te ataca un lobo y no
hay nadie para ayudarte? -.
- Los lobos atacan en la zona oeste, estamos en la este…
no hay nada por lo que preocuparse - contestó Samantha dándose la vuelta y
sonriendo a Lay, este la imitó.
- Deberías estar en casa a estas horas, todos lo están -
dijo Lay poniéndose a su lado, mirando a un punto en el infinito.
- Ya bueno… pero si voy a estar sola, prefiero darme una
vuelta y pensar en todo lo que ha ocurrido - contestó Samantha mirándole
fijamente, este la miró y encarnó una ceja.
- ¿Sobre qué? - cuestionó, Samantha se mordió el labio
inferior y bajó la mirada indecisa.
- Sobre esto y lo otro… - contestó - sobre ti, sobre mí…
sobre el beso… sobre todo -.
- Sobre mí: No hay mucho que debas saber, podrías meterte
en un terreno peligroso si indagas demasiado; sobre ti: Eres la persona más
cabezona y testaruda que he conocido…y en cierto modo me gusta; y sobre el
beso: No es algo de lo que me arrepiente, es algo que deseo que vuelva a pasar
- y de nuevo aquella sonrisa matadora, cada vez que la veía Samantha sentía que
las rodillas la fallaban.
- ¿Y sobre todo? - preguntó curiosa, Lay bajó la mirada
durante unos instantes y volvió a unir contacto visual con la chica.
- Hay cosas de mí, Samantha, que simplemente debo ocultar
por el bien de cualquiera que me rodee y por alguna razón eres tú la primera
que se me viene a la cabeza cuando pienso en ello. Las apariencias engañan y a
veces el cordero es en realidad un lobo disfrazado - contestó Lay mientras
apartaba un mechón de pelo tras la oreja de Samantha.
Aquel gesto fue
muy dulce al tacto. Casi todos los gestos de Lay lo eran, al menos ahora que
ella se diera cuenta. Antes de que Lay pudiera retirar su mano, Samantha la
había apretado con la suya contra su mejilla sonriente.
- En mi mundo hay reglas, muchas a decir verdad, y una de
ellas nos prohíbe estar con gente como tú… - comentó Lay sonriente.
- ¿Y qué vas a hacer? - preguntó Samantha acercándose más
a él cuando sintió la otra mano de Lay en su otra mejilla.
- No lo sé, la única vez que decidí saltarme las reglas
la cosa acabó demasiado mal y no quiero que te ocurra nada - respondió Lay
haciendo una mueca.
- ¿Qué ocurrió? - volvió a preguntar.
- Conocí a una chica igual que tu; testaruda, cabezota…;
pero ocurrieron cosas, empezaron los problemas y todo se torció. Desde entonces
me muevo cada periodo de tiempo de país en país intentando huir de la sombra
que me persigue… pero ahora es diferente - Laysuspiró y la besó en la frente.
- Algo diferente - repitió Samantha - Déjame adivinar;
estás cansado de huir y quieres recuperar tu vida -.
Aunque eso
significase recuperar a esa otra chica. Después de todo ella nunca había
llamado la atención de los chicos, tan solo de Sehun y como mejor amiga. Lay
estaba a otro nivel, cualquier chica de su edad; incluso su hermana; puede
verlo.
- Si estoy cansado, y sí quiero recuperar mi vida… pero
no quiero involucrarte demasiado. La diferencia que hay ahora eres tú. Puede
que haya conocido una chica diferente en cada sitio, pero tú eres diferente; me
confundes, haces que me preocupe cada vez que no sé nada de ti - explicó Lay -
Aquel día en la biblioteca, cuando aquel lobo te hizo daño en el brazo, por
primera vez en mucho tiempo tuve miedo a volver a perder a alguien en mi vida
-.
- Pero ni si quiera nos conocíamos… - Lay sonrió y la
juntó a él por la cintura.
- No nos hace falta conocernos demasiado para poder ver
lo que podemos llegar a depender de nuestra pareja… y no sabes lo mucho que
dependo de ti. Si me dices que no respire, no lo haré; si me pides que te bese,
no dejaré de hacerlo hasta que lo digas; y si me ordenas dejarlo todo para
estar contigo, no dudaré en hacerlo - Samantha suspiró mordiéndose el labio
inferior.
- Estás loco - dijo escondiendo su rostro en el cuello de
Lay.
- Loco por tus besos, por tus caricias y loco por ti -
susurró Lay en el oído de Samantha, produciéndola escalofríos por su espalda.
- Cállate - suplicó Samantha avergonzada, entonces se
acordó de Tiffany y de que debería estar en casa preparando la comida para
cuando ella llegase y se separó de Lay, quien la miró extrañado - Se me está
haciendo tarde y debería estar en casa para comer -.
- ¿Cuánto tiempo tardas en preparar la comida? - preguntó
Lay.
- Unos… 30 minutos, ¿por qué? -.
- Mi madre suele preparar una cantidad de comida
equivalente como para poder alimentar al pueblo durante un año entero - dijo Lay
entrelazando su mano con la de Samantha, quien dio un pequeño respingo al notar
lo caliente que estaba al tacto.
- Pero Tiffany… - Layla sonrió una vez más.
- Vamos, ¿nunca has desobedecido a tu hermana? - preguntó
recibiendo una negación por parte de Samantha - Siempre hay primera vez para
todo -.
Y si decir nada
más Samantha se vió arrastrada hacia la casa de Lay. No estaba muy lejos de
aquel parque, lo que significaba que tampoco lo estaba de su casa y así podría
acordarse bien del camino de vuelta… y, ¿quién sabe? Igual aquella vez no iba a
ser la única que fuera a casa de Lay.
En unos escasos
minutos, en los cuales ninguno de los dos soltó la mano del otro, llegaron a la
entrada a la casa de Lay. Estaba pegada al bosque, lo que la pareció algo
peligroso contando con que Lickey Hills es conocido por los ataques de lobos
salvajes en jardines ajenos y sitios públicos. No era una casa muy grande, pero
si lo suficiente como para ser la más grande del barrio. Las paredes estaban
recubiertas por piedra a excepción de la parte delantera, la cuál era de madera
de un tono marrón tan oscuro que podría equivocarse con negro. Desde la portilla hasta la entrada había un
camino de baldosas de piedra y a su alrededor
jardín, el cual rodeaba la casa.
- Valla… es una casa muy bonita - dijo Samantha siguiendo
a Lay de cerca hasta la entrada.
- Espérate a ver el interior - dijo Lay abriendo la
puerta.
Al ver que Lay se
apartaba abriendo la puerta pasó la primera, sintiéndose un poco incómoda. Era
l primera vez en mucho tiempo que entraba en casa de alguien, mucho menos de
alguien como Lay. Este sonrió divertido al ver cómo se agarraba el ante brazo
nerviosa mientras miraba a todos los lados.
- ¿Eres tú Lay? - preguntó un voz proveniente de alguna
parte de la casa, era el de una mujer adulta - Espero que no te hubieras
olvidado de traerme lo que te pedí -.
- Ven, te presentaré a Helen - dijo Lay apoyando su mano
en la parte baja de la espalda de Samantha mientras la conducía a la cocina.
De esta salía un
olor a pasta que hacía que la boca de Samantha se la hiciera agua. Al entrar
una mujer de unos 40 y pocos estaba de espaldas, seguramente cocinando aquella
pasta. Llevaba el pelo recogido en una cola de caballo echa de cualquier manera
y un delantal de color blanco y lunares de colores sobre la ropa.
- Tenemos compañía Helen - la nombrada se giró curiosa y,
aunque al principio se mostrara un poco sorprendida al ver a Samantha, la
dedicó una tenue sonrisa. Parecía más joven de lo que seguramente era al sonreír.
- ¿Quién es esta chica tan mona? - preguntó sonriente -
Perdona que no te valla a saludar como es debido, pero la pasta y yo no nos
llevamos demasiado bien y siempre que intento cocinar algo acabo perdida como
puedes ver -.
- ¡Oh! N-no importa señora - contestó Samantha con
rapidez.
- Es Samantha, mi novia - aquello pilló de sorpresa tanto
a la mujer como a Samantha. Asi que lo que ellos eran se podía llamar de
aquella forma.
- Entiendo… ¿se va a quedar a comer? - preguntó Helen
sonriente.
- Ya he intentado convencerla pero sigue negándose, solo
la he traído para presentarla - contestó Lay.
- Bueno, pues entonces ha sido un placer - comentó Helen
limpiándose las manos con una rodilla para después acercarse a ella y darla la
mano - Si alguna vez te apetece pasarte por aquí, siempre habrá un plato más en
la mesa -.
- Gracias, lo tendré en cuenta - dijo Samantha sonriente.
- Ven, vamos a dejar de distraerla o al final quemará la
pasta - dijo Lay divertido.
Helen le sacó la
lengua antes de que Lay y Samantha salieran de la cocina. Subieron las
escaleras hasta el piso de arriba y Lay la señaló una de las habitaciones. Lay
había estado en su habitación, por lo que ahora la tocaba a ella estar en la
suya. Al entrar se sorprendió. Normalmente los chicos tenían la habitación echa
un verdadero desastre, él no. Estaba muy bien ordenada. En unas baldas había
películas, CDs, libros y comics; muy bien ordenados. La cama estaba hecha y no
había nada fuera de su sitio. Al lado de esta, apoyada en el cabezal, descansaba
una guitarra clásica. El armario y el escritorio se situaban frente a la cama y
frente a la puerta, la ventana corrediza.
- No es tan grande como el tuyo… pero al fin y al cabo es
mi cuarto - comentó Lay al ver que Samantha no decía nada y solo observaba
alrededor.
- Me gusta, y está bastante recogido para ser el cuarto
de un chico - dijo Samantha pasando su mano por el escritorio, ni una sola mota
de polvo - ¿Qué es esto? -.
- Es una especie de album de los recuerdos. Por eso no me
reí cuando vi que tenías una caja donde guardabas recuerdos de tu niñez, yo
tengo algo parecido - Lay se acercó hasta ella, colocándose detrás mientras los
dos observaban el album.
- Canadá, París, Italia… Veo que has estado en muchos
países -.
El album estaba
ordenado en apartados por cada país en los que Lay había estado. Canadá estaba
el primero, luego París, Italia y el último en el que ha estado, E.E.U.U. Había
fotos, postales, incluso había algún que otro texto que Lay había escrito con
esa letra peculiarmente cursiva que tenía. Mientras observaba las fotos de
Canadá se fijó en una. Estaba abrazado a una chica de pelo cobrizo, ondulado y
muy guapa. Parecía una modelo.
- ¿Quién es? - preguntó Samantha curiosa, Lay hizo una
mueca.
- Es mi ex-novia, no creo que quieras saber sobre ella -
contestó Lay, Samantha asintió acorde a lo dicho. Mirando mejor la foto podía
verse a la perfección que era el tipo de chica que a Lay le venía como un
guante. ¿Por qué habrán cortado?
Siguió observando
al album y leyendo algún qué otra cosa que Lay había escrito hasta que Helen
llamó a Lay para comer. Ella decidió que era hora de volver a su casa para no
preocupar a nadie, ya que Tiffany habría llegado ya y estaría algo preocupada
por ella. Sabía que iba a ir con Bea por la mañana, pero seguramente no
contaría con que Lay la llevaría hasta su casa. Lay salió de la habitación ante
la insistencia de Helen, dejando a Samantha sola por unos momentos. Cuando
estuvo a punto de salir del cuarto algo la llamó la atención. Era aquel viejo
libro que Lay leía en la cafetería, cuando Sehun y ella discutieron. Se mordió
el labio dubitativa pero decidió correr el riesgo de llevárselo prestado.
Quería saber sobre Lay y su misteriosa identidad, ya correría los riesgos más
tarde. Se lo guardó bajo la chaqueta antes de que este volviese a por ella y la
acompañase hasta la portilla.
- ¿Estás segura de que no quieres que te acompañe hasta
casa? Me quedaría más tranquilo - preguntó Lay cogiéndola de las manos y
acariciándola el dorso con el pulgar.
- Segura, no soy una niña pequeña de la que tengas que
cuidar las 24 horas del día - contestó un poco molesta, Lay rió divertido y le
dio un pequeño beso en los labios.
- Lo sé, sin embargo no me importaría estar las 24 horas
contigo -.
Samantha rodó los
ojos ante aquella cursilada y tras despedirse de Lay se encaminó hacia su casa.
No fue demasiado difícil encontrar el camino de vuelta por aquella zona, pero
la costó. Nunca había estado por allí y todo la parecía igual. Las casas tenían
el mismo diseño de construcción, y si no era el mismo uno muy parecido. Tuvo
que preguntar un par de veces a gente que pasaba por los alrededores hasta
encontrar el camino indicado, aunque para la próxima vez que tuviera que ir y venir
desde allí ya se sabía el camino que coger.
Cuando llegó a
casa no había nadie, seguramente Tiffany se hubiera retrasado en aquel asunto
pendiente que tenía. Suspiró al oír a sus tripas demandar por su comida.
Debería haber aceptado aquella propuesta de Lay. Se quitó el abrigo y lo dejó
en el sillón, junto con aquel libro que cogió del cuarto de Lay, después se
encaminó a la cocina y se hizo una ensalada. Era algo ligero para comer, pero
bueno, el invierno acabará pronto y hay que perder peso de las comidas
navideñas. Tras acabar de prepararse la ensalada suficiente para ella y su
hermana cogió el libro y subió hasta su cuarto para comenzar a leerlo. Apartó
el cuaderno de dibujos del escritorio, cogió una silla y con la ensalada al
lado, empezó a leer aquel libro.
No había título,
editor, índice o cualquiera de las características que todos los libros que
ella había leído poseían. La portada de este era de cuero, como si alguien lo
hubiera fabricado por él mismo. Por los bordes de las páginas, incluso la
portada, había restos de quemaduras y algunas de las hojas estaban ilegibles.
¿Por qué guardar un libro tan estropeado
y casi ilegible en tu cuarto? Además de texto había ilustraciones, era como si
uno de los antiguos ilustradores de la edad media o de alguna de esas épocas
antiguas los hubiera dibujado. Ojeó el contenido con pocas ganas de leer.
Muchas de las páginas estaban escritas en inglés, pero también había escritos
en otro idiomas como el chino, el francés, el italiano, portugués… incluso
había páginas y fragmentos en español. ¿Entendería Lay todos estos idiomas? El
inglés y el chino los daba por supuesto, y el español también puesto que es una
de las asignaturas en las que compartía asiento con él en las clases y, a
juzgar por el último examen, se le daba bastante bien. Miró la hora, las 16:30…
Bueno, tenía una tarde entera para poder leer algo de aquel libro antes de que Lay
le echase en falta. En unas horas leerá lo que pueda hasta que sea hora de
devolvérselo sin que se diera cuenta. Ya se inventaría una excusa cualquier
para presentarse allí de nuevo.
Comenzó a leer la
primera página. Era una especie de introducción al libro. ‘’Normas, leyes y
consejos que hay que seguir para el bien de la raza humana y propio’’ Abajo era
la misma frase pero en los diferentes idiomas. Pasó páginas y páginas. Todo lo
mismo. Una norma, una ley, un consejo o una ilustración. Suspiró cansada. ¿En
qué mundo vivía Lay? Solo había normas y leyes que seguir, consejos que tener
en cuenta y advertencias en cada esquina. Entonces recordó lo que al dijo.
Aquello de que estaba rompiendo normas y leyes al estar con ella. ¿Habría
alguna norma o ley que le prohibiese salir con humanos? Buscó por aquel libro
hasta encontrar lo que buscaba… una pena que estuviera escrito en francés. Lanzó un suspiro lleno de frustración y buscó
un boli y un cuaderno. Iba a tardar demasiado traduciéndolo con un diccionario
en francés, por lo que prefería copiar aquel fragmento y traducirlo más tarde.
De todos los idiomas posibles, francés. El que peor se la daba. Cuando llevaba
un buen cacho copiado, Tiffany regresó bastante cansada. Ni si quiera preguntó
lo que hacía cuando fue a saludarla, tan solo la dio un beso en la mejilla y se
fue a su cuarto a descansar. Para cuando acabó había pasado el suficiente tiempo
como para que la noche estuviera al caer. Cerró el libro y se levantó,
estirando los músculos entumecidos por tanto tiempo sin moverse. Se frotó los
ojos cansados y bostezó. Ni para los deberes del instituto había puesto tanto
esfuerzo. 9 hojas, en el libro 18, por delante y detrás en francés puro. De nuevo miró la hora, las 17:45. Si no se
daba prisa se la iba a hacer demasiado tarde y no era muy seguro caminar por el
barrio a solas y mucho menos por la noche. Guardó el libro en una mochila,
cogió la chaqueta y se encaminó hacia la casa de Lay.
Aún había alguna
que otra persona merodeando por los alrededores. Los dependientes cerraban las
tiendas a toda prisa sabiendo que la noche estaba por llegar, y eso significaba
que los lobos comenzarían a merodear por la calle a sus anchas. Incómoda por
las miradas curiosas de la gente, se acomodó mejor la chaqueta y aceleró el
paso. Las madres cerraban las ventanas, las portillas y las puertas con llave.
Se aseguraban de no dejar a ningún animal doméstico fuera de casa para no tener
que lidiar con una muerte innecesaria. Y si ella no se daba prisa, ella iba a
ser una de ellas. Antes de llegar a la casa de Lay decidió llamarle para
avisarle y así no perder tiempo que podría utilizar para correr hacia la suya
propia por si se la hacía muy tarde.
- ¿Samantha? ¿Ocurre algo para que me llames a estas
horas? - por el tono de voz de Lay parecía nervioso, cosa que extrañó a
Samantha.
- No ocurre nada, tan solo es que me he dejado una cosa
en tu cuarto y necesito recuperarla cuanto antes, ¿podría pasarme a por ella? -
hubo un momento de silencio en el que solo se podía oír la respiración de Lay
por el teléfono.
- A-ahora mismo no es un buen momento, Helen está
durmiendo y yo me iba a la cama ya… ¿no podrías venir mañana o decirme que es
para llevártelo mañana por la mañana? - algo no andaba bien. Lay estaba
mintiendo, de nuevo, cuando ella le preguntaba.
Al doblar la
esquina paró en seco. ¿Dónde pensaba dormir Lay? ¿En la intemperie? Si tanto
sueño tenía la calle no era un buen lugar para dormir, y por lo que podía ver
estaba más despierto que nunca. Con cuidado de no ser vista se escondió en la
esquina y asomó ligeramente la cabeza.
- ¿Estás bien Lay? - preguntó Samantha mirándole
fijamente desde la otra punta de la calle - Pareces nervioso -.
- Tranquila, no pasa nada. Tan solo estoy cansado y la
pasta de Helen me ha sentado algo mal - aseguró Lay - Hasta mañana -.
Samanta rodó los
ojos cuando vió cómo Lay la colgaba la llamada, se guardaba el móvil y tras
mirar a los lados se marchó. De esta no se iba a salvar. Si no la decía qué era
lo que estaba ocurriendo, ella misma lo averiguaría siguiéndole. Esperó a una
distancia perfecta. La daría tiempo a esconderse si Lay mirase hacia atrás y no
podría perderle de vista tan fácilmente. O eso pensó hasta que vió cómo se
adentraba al bosque. Suspiró cansada. No la apetecía mucho volver a aquel sitio
tras la pequeña aventura de la otra vez. Su curiosidad y orgullo pudo más que
su sensatez y se vió en el bosque antes de darse cuenta de lo peligroso que era
lo que estaba haciendo. De nuevo, perdió de vista a Lay. Era demasiado ágil y
rápido, pero no iba a rendirse tan fácilmente. Estuvo caminando durante un buen
tiempo hasta que le vió. Caminó hacia él dispuesta a hacerle un par de preguntas
cuando vió que no estaba solo. Y odiaba decirlo, pero reconocía a aquellas
personas. Kris y su grupito. Eran fáciles de diferenciar. Kris el más alto, con
el pelo de un tono rubio acaramelado; a su derecha LuHan, Xiumin y Chen; a su
izquierda un chico que no había visto antes, bastante alto también y delgado… y
Sehun. ¿Qué estaba haciendo Lay? ¿Acaso iba a unirse a Kris también? Desde
donde estaba no podía oír nada de lo que decían, pero por las caras y los
gestos de las manos podía ver que Kris y Lay estaban discutiendo. Por cada
palabra de uno una contestación del otro. Poco a poco se quedaron el uno frente
al otro, y pese a la diferencie de estatura Lay no se dejaba intimidar. Decidió
que había visto suficiente cuando Kris cogió a Lay por el cuello de la camisa y
lo apartó violentamente.
- ¡¡Eh!! ¿¡Quién te ha dado el derecho de meterte con
él!? - gritó Samantha saliendo de su escondite e ignorando las miradas de
estupefacción y sorpresa de los demás, encaró a Kris.
- ¿¡Qué narices haces aquí Samantha!? - gritó Sehun
sorprendido, Samantha lo ignoró.
- ¿¡Acaso no eres lo suficientemente valiente como para
encararle a solas que te traes a tus perritos falderos contigo!? - preguntó
Samantha realmente molesta. Sabía que Kris no era alguien muy bueno, pero de
ahí a ser un cobarde.
- Samantha cálmate, no es lo que parece - intentó calmar Lay
agarrándola por los hombros.
- ¡No quiero calmarme, no necesito calmarme! - dijo
Samantha deshaciéndose del agarre y señalando a Kris, quien se mantenía serio
ante aquella situación - Tan solo eres un cobarde -.
- Tranquilízate gatita - comentó aquel chico que no
conocía de nada, Samantha lo fulminó con la mirada al oír aquel apodo - Te
sugiero que te mantengas apartada -.
- ¿Para qué? - pregunto acercándose a él - ¿Para que
podáis hacerle algo malo? Ni loca -.
- Si así fuera no íbamos a hacerla nada que él no hubiera
hecho ya - aquello fue la gota que colmó el vaso, sin pensárselo dos veces
propinó a aquel tipo un buen tortazo con todas sus fuerzas.
Por los rostros de
los demás, aquello no pareció ser una buena idea. LuHan y Xiumin se habían
quedado pálidos, y Sehun la había apartado a la fuerza mientras los demás se
alejaban de ese chico. Pronto comenzó a pasar algo malo.
- Tao… Tao tranquilízate, no queremos que pase nada malo
- comentó Kris extendiendo un brazo hacia Lay, este lanzó una mirada de
reproche hacia Samantha y se acercó hacia dónde ella, agarrándola del ante
brazo y apartándola con algo de fuerza.
- Tú y yo vamos a tener que hablar sobre esto más tarde -
Por el tono de voz
aquello era algo muy serio, y cuando miró hacia el chico que dio el tortazo
entendió por qué. Le estaba ocurriendo lo mismo que a Lay cuando el lobo
arremetió contra él en el ataque en la biblioteca. Estaba temblando
violentamente y la miraba con aquellos ojos rojos. Era como si algo le hubiera
poseído y comenzaba a tener miedo. Pronto aquellos temblores de volvieron más
violentos hasta el nivel de que toda su espalda se curvó hacia delante y, ante
sus ojos, aquel chico se había convertido en un lobo gigantesco de color
cobrizo. Sin dar tiempo a ninguna explicación, el lobo que antes era aquel
chico la gruñó y se abalanzó hacia ella. Lay a un lado y antes de que al lobo
le diera tiempo a reaccionar se abalanzó hacia él y se convirtió en un lobo de
color marrón. Los dos animales tan inmensos se gruñeron el uno al otro y
comenzaron a pelearse. El ruido que emitían era tan potente que Samantha se
tuvo que tapar los oídos mientras veía como lo que antes era Lay se peleaba con
aquel lobo, persona… lo que fuera.
- Llevad a Samantha a casa de Elisabeth y esperarnos allí
- ordenó Kris, sacando a la susodicha de sus pensamientos.
Sehun asintió y levantó a Samantha del suelo, suspiró
molesto y junto a LuHan y los demás la llevaron por el bosque. No opuso ninguna
resistencia en el camino hasta la casa de aquella chica que nombraron, estaba
demasiado afectada por el simple hecho de haber visto a su novio convertirse en
una bestia salvaje y haber comenzado a pelearse con otro bestia que anteriormente
era otro chico de su edad. Hundida en sus pensamientos no se dio cuenta de que
habían llegado a una cabaña situada en el claro del bosque. Era bastante grande
y estaba rodeada por los árboles. LuHan fue el primero en adelantarse y entrar
en ella. Tras unos minutos de puro silencio, en los que en ningún momento Sehun
la soltó, una mujer salió de la cabaña y se acercó a ella. Era una mujer de
estatura normal, de pelo negro , liso y largo hasta la cintura. Lo llevaba
recogido en una cola de caballo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca pudo
ver que sus ojos eran de un color oscuro con motas doradas… como si fueran
lentillas, pero no lo parecían puesto que llevaba gafas puestas.
- ¿Qué es lo que ha ocurrido? - preguntó preocupada.
- Tao se ha descontrolado y atacó a Samantha - contestó Sehun.
- ¿Por qué? Pero si Tao no suele descontrolarse… - dijo
aquella mujer mirando a Samantha.
- Yo… le…le di un tortazo - aquello pareció dejarla sin
palabras.
- Señor… llévala a la cocina, LuHan la está preparando un
té para que se tranquilice y para cuando Kris vuelva - dijo la mujer
acariciándose la sien.
- Elisabeth… Tao va a necesitar de tus tratamientos -
comentó Chen, algo nervioso al ver cómo se frotaba las manos - Acabó peleándose
con Lay… y Kris se ha quedado con ellos -.
- ¿¡Qué!? ¿¡Contra un pura sangre!? - gritó histérica -
¡Ahora vuelvo, meteros a casa y no salgáis por nada en el mundo! En qué lío nos
has metido pequeña -.
Samantha se
encogió en el sitio y bajó la mirada. Todo aquello era por su culpa. Sin decir ni
una sola palabra más los se metieron en aquella cabaña. La mujer, Elisabeth,
cogió unas cuantas cosas de la cocina y volvió a salir dando un portazo. En la
cocina LuHan preparaba el té y Sehun, junto con Samantha, y Chen se habían ido
hasta el salón.
- ¿Qué es lo que estabas haciendo allí Sammy? - preguntó Sehun
molesto, Chen tan solo se quedó en silencio, sentado frente a ellos - Podrían
haberte echo daño… ¡incluso matarte! No entiendo por qué no dejas de defender a
ese tipo cuando por su culpa casi mueres dos veces -.
- N-no fue su culpa… yo le seguí - dijo Samantha sin
levantar la mirada.
- ¡Claro que es por su culpa! - gritó Sehun - Te ha
metido en algo demasiado peligroso y tú has sido lo suficientemente idiota como
para no darte cuenta -.
- ¡Sehun! - gritó Chen - ¿No crees que te estés pasando?
Ya tiene suficiente con haber sido testigo de la transformación de Tao y Lay…
no creo que insultarla sea el mejor medio de tranquilizarla -.
Sehun suspiró y se sentó al lado de Samantha, cogiéndola
la mano y acariciándola con la otra. Lo que Chen había dicho era verdad.
- Lo siento Sammy, no quería insultarte - dijo Sehun
apoyando su cabeza en la de Samantha.
- No pasa nada… Esto es todo por mi culpa, si no hubiera
seguido a Lay nada de esto hubiera ocurrido. Pero no me puedes pedir que me
quede a un lado tras todo lo sucedido con él. Me salvó la vida dos veces, tres
con esta y sin ni si quiera pedírselo - contestó Samantha.
- Ya está bien, ya hablaremos más tarde sobre esto - dijo
LuHan entrando al salón y entregándola la taza de té. Samantha de lo agradeció
con una débil sonrisa y se lo acabó de unos tragos - Será mejor que descanses
-.
Todo el mundo,
excepto Samantha, se levantó al oír la puerta abrirse. Kris, Tao y Elisabeth
fueron los primeros en entrar, cargando con el más joven. Parecía dolorido y
además tenía moretones por todo el torso desnudo.
- ¿Cómo está Tao? - preguntó LuHan acercándose a
Elisabeth.
- Está bien, para cuando llegué Lay y Kris habían
conseguido tranquilizarle y hacer que volviera a su forma. Menos mal que
recordé que cuando lo hacíais, lo hacíais desnudos y llevé ropa de repuesto
para los dos - contestó Elisabeth dando
un pequeño golpe en la espalda de Tao, quien se quejó dolorido.
- Siento lo del tortazo… - musitó Samantha algo cohibida.
- No importa, no me lo esperaba… - contestó Tao - Pegas
fuerte para ser una ‘’Gatita’’ y siento lo de…bueno… ya sabes, el lobo y todo
esto-.
- Gracias… supongo, y no importa - dijo Samantha.
Todos los
presentes giraron la cabeza sobresaltados al oír el portazo. Lay había entrado
y parecía bastante molesto. No dejaba de mirar fijamente a Samantha, con
aquella mirada. Esta sintió cómo su pecho se oprimía.
- Tu y yo tenemos una charla pendiente - incluso en el
tono de su voz podía verse que estaba molesto, furioso incluso. Nadie dijo
nada, tan solo miraba a Samantha fijamente.
- Todos, fuera… dejémosles a solas - dijo Elisabeth.
- Pero… - Kris fulminó a Xiumin con la mirada y tras
entender la gravedad del asunto les dejaron a solas.
Una vez
completamente solos el silenció inundó el salón. Por la forma que Lay la estaba
mirando y cómo respiraba con fuerza podía notar que aquello no iba a salir nada
bien, y mucho menos cómo empezó a hablar.
- ¿Cómo se puede ser tan estúpida como para seguir a
alguien al bosque? - preguntó enfadado - Mucho menos dar un tortazo a alguien
cuando no sabes lo que podría ocurrir -.
- Yo… - comenzó a decir, pero Lay la interrumpió.
- ¡Tú nada Samantha! - gritó - ¿Sabes en qué lío podrías
haberme metido? ¡Si no hubiera sido capaz de controlar a Tao podría haberlo
matado, podría haberme condenado a huir de nuevo o incluso condenarte a ti por
tu cabezonería! -.
Samantha se mordió
el labio intentando aguantarse las ganas de contestarle. Sabía que no debía
hacerlo si no quería empeorar las cosas, pero Lay no tenía el derecho de
gritarla de aquella forma cuando lo único que ella quería era defenderle.
- ¿¡En qué pensabas cuando me seguiste hasta el bosque!?
- preguntó mientras se movía de una lado para otro por la habitación, Samantha
se mantuvo en silencio.
- Samantha… - llamó Lay, pero no obtuvo respuesta -
¡Samantha, joder, al menos ten la decencia de responderme y mirarme a la cara
cuando te hablo! -.
- ¿¡Que en qué pensaba cuando te seguí!? - preguntó con
las lágrimas a punto de salir, el cómo Lay la gritaba y la llamaba estúpida la
dolía demasiado. Muchos más que cuando Sehun la ignoraba - ¡Pensaba en por qué
me mentiste cuando te llamé, en por qué te niegas a decirme que era una especie
de hombre lobo y el por qué la gente no deja de decirme que me aleje de ti! -.
Esta vez fue el
turno de Lay para mantener silencio, aunque seguía enfadado, mucho.
- ¡Estoy harta de tanto secreto Lay! ¡Si de verdad dices
que soy tu novia, deja de ocultarme las cosas! - nunca en su vida había gritado
a nadie de aquella manera y juraría que los demás podían oírlos desde a fuera.
- Simplemente hay cosas que no debes saber por tu bien, y
eso deberías entenderlo - dijo Lay aguantándose las ganas de gritar al ver que
Samantha había comenzado a llorar.
- ¡Pero no lo hago! ¡No te entiendo! - contestó.
- ¿Qué quiere decir con que no me entiendes? -.
- Me dices que no eres humano con toda la tranquilidad
del mundo y que si quiero saber qué eres lo descubra yo misma; me cuentas que
estas rompiendo leyes y normas por estar conmigo, que no dejas de huir de algo
o alguien… me obligas a seguirte y a robarte ese estúpido libro para intentar
descubrir qué demonios eres y cuando lo hago te enfadas y me insultas… ¿qué es
lo que quieres? Porque si lo que querías era volverme loca y hacerme daño, lo
has conseguido - ya no pudo aguantarse más las ganas de llorar, estaba harta de
tanto secreto y de tanto grito e insulto.
- Lo único que intentaba era protegerte, pero ya veo que
no sabes lo que es confiar en los demás. ¿Qué te hago daño? - Lay sonrió dolido
y se mordió el labio, si aquella manera era la única de alejarla de aquello…
que así sea - No te preocupes, porque no me vas a volver a ver el pelo. Debería
de haberlo sabido cuando ocurrió con Keira, las de tu especie nunca aprenderéis
a dejar de ser desconfiadas… -.
- ¿Q-qué? Espera un momento Lay… yo no quería decirlo de
aquel modo - dijo Samantha con miedo a lo que Lay estaba a punto de hacer.
- Deja el libro en la entrada, Helen lo cogerá por mí -
dijo Lay dándose media vuelta y caminando hasta la puerta - Nunca más te haré
daño, porque nunca más volverás a saber de mí. Espero que estés contenta -.
Y con eso Lay
desapareció por la puerta, dejando a Samantha congelada en el sitio. Las
lágrimas vinieron a ella y al notar que las fuerzas de las piernas se
desvanecían, se dejó caer sobre el sillón y comenzó a llorar. Debería de haber hecho
caso a la gente, a Sehun. Si no se hubiera acercado a él, ahora mismo no la
hubieran partido en dos el corazón de aquella manera.
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