miércoles, 11 de septiembre de 2013

Wolf's Tears (Capítulo 5)

Autora: G.ell. (@Maria_BubbleTea)
Participantes: Samantha Hwang (OC/Fan), Lay, Tao, Luhan, Kris, Chen, Xiumin, Sehun y Chanyeol (EXO), Tiffany Hwang (SNSD)
Género: Long-fic, AU, ciencia ficción, fantasía, acción.
Advertencias: Lemon no explícito, muerte de algunos personajes.
Autorización: +12.


Nieve cayendo sobre las cabezas de la gente,quienes no dejaban de ir y venir de un lado a otro por la calle chocando alguna que otra vez con algún despistado; luces de todos los colores, pasando por el blanco hasta el tradicional rojo y verde, colgadas por las farolas, árboles y ventanas de las casas; los niños haciendo guerras de bolas de nieve, dando alguna que otra vez a la gente que solo paseaba cerca de ellos… Pronto sería Navidad y aquello traía dicha y felicidad a todas las personas, excepto a ella. Navidad era uno de esos días en los que recordaba con más fuerza a sus padres. Navidad también significa reunirse con la familia, otro de los aspectos que más odiaba. Navidad, para ella, significaba aguantar las pullas y quejas de su abuela por parte materna. Todo el mundo tiene abuelas que se preocupan por ellos, que los cuidan, los quieren y los miman a espaldas de sus padres… ella tiene al Grinch como abuela. Siempre quejándose de todo y de todos, bueno solo de ella. Al parecer es la única nieta que ella no deseaba. Siempre, desde pequeña, ha ido dejando claro que Samantha no era lo que ella esperaba como nieta y siempre tenía en boca a su madre. Si hay algo que odiase es que la comparasen con ella. La dolía que no dejasen de recordarla a sus padres. No la importaba ser comparada con ella. Su madre siempre fue una mujer muy guapa y dulce con la gente, e inculcó a sus hijas para que fueran educadas y buenas con la gente… pero en estas fechas tanto Samantha como Tiffany estaban más sensibles y receptivas de lo común y cualquier recuerdo de sus padres podía hacerlas llorar.

 Suspiró una vez más mientras veía  a la gente ir y venir de un lado para otro con el estrés en ellos mientras sostenía su taza de chocolate caliente con las dos manos, calentándolas del frío. Se supone que la Navidad trae tranquilidad, dicha, felicidad… pero por la calle solo se veía estrés y preocupación. Era algo curioso como una fecha podía estresar tanto a la gente. Volvió la mirada hacia su taza e hizo un puchero. Ningún chocolate caliente podía compararse con el que siempre la hacía su hermana. Una receta familiar que su madre la enseñó y que pronto Tiffany la enseñará a ella.
- ¿Sabes? Siempre me has parecido una de las chicas más misteriosas de clase - comentó Bea captando la atención de Samantha. Aquella mañana había decidido salir a dar una vuelta con la única amiga, al menos chica, que tenía. Estaba un poco saturada por el tema de la bipolaridad de Sehun y, sobre todo, por intentar descubrir lo que Lay realmente era. Aunque ahora, cuando pensaba en Lay, lo primero que se la venía a la cabeza era lo que ocurrió la otra noche en su cuarto.
- ¿Yo misteriosa? - preguntó Samantha, Bea asintió tras ajustarse las gafas de pasta que siempre llevaba puestas.
- Nunca hacías nada para llamar la atención de los chicos, ni si quiera de los profesores o de las compañeras de clase para hacer amistades… - explicó Bea - Además, siempre andas garabateando en los ratos libres y no hablabas con nadie, exceptuando nuestras notas -.
- Supongo que tus notas eran lo único que necesitaba - dijo Samantha sonriente.
- Gracias - contestó Bea - Aunque ahora que Sehun parece haber vuelto en sí… preferí hablar en persona contigo -.
- La verdad es que yo también tenía ganas de poder hablar en persona contigo y quedar como una pareja de amigas - comentó Samantha riendo débilmente.
 Estuvieron un momento más en silencio, disfrutando del ruido de la gente en la cafetería pidiendo cafés, batidos, chocolates calientes… y mirando por la vidriera a la gente que pasaba. Algún que otro niño se paraba y las mirada curioso, otros simplemente las sacaba la lengua haciéndolas reír.
- Entonces… ¿entre tú y Lay hay algo? - preguntó Bea sonriente, haciendo que Samantha se removiera nerviosa en el sitio.
- ¿Qué te hace pensar eso? - Bea rió y tras dar un pequeño sorbo a su chocolate caliente se volvió a acomodar las gafas para proceder a contestar. Ese gesto siempre hizo gracia a Samantha, cada vez que iba a contestar a algún profesor o a alguna pregunta que alguien la hiciera Bea se ajustaba las gafas. Como si fuera un político o una profesora.
- Es bastante obvio que a Lay le gustas, y bastante a decir verdad - contestó sonriente - Cada vez que hablas en clase respondiendo a algún profesor es de los pocos momentos en los que de verdad presta atención; además, la semana que faltaste se veía totalmente perdido en clases. Era como si, con el hecho de que tú faltarás, algo en él no estuviera en su sitio -.
- El otro día lo dejó bastante claro a mi parecer… seguramente Sehun te habrá contado una pequeña parte - dijo Samantha jugando con la taza entre sus manos.
- Más o menos, al salir de las clases me dijo que tenía que ir a no sé qué reunión y a tu casa para ayudarte. Después recibí un mensaje suyo diciendo que le habías echo una encerrona con Lay - Samantha rodó los ojos cansada, aquello no fue premeditado, ocurrió y ya está.
- En fin, Sehun tuvo que irse con Kris and company y nos dejó a Lay y a mí a solas. Mi hermana también tuvo que irse - dijo Samantha, entonces Bea pareció interesarse más por la conversación.
- ¿Y qué ocurrió? - preguntó curiosa.
- Ya habíamos terminado en ordenar mi cuarto asi que nos tumbamos en la cama y…bueno, ocurrieron cosas que llevaron a otras cosas que hicieron que Lay me besara - contestó Samantha tímidamente.
- ¿Le correspondiste? - Samantha asintió - Y… ¿cómo besa? -.
- ¡Bea! - exclamó Samantha avergonzada haciendo que toda la cafetería concentrase su atención hacia ellas.
- Solo contéstame a esa pregunta y no volveré a sacar el tema - suplicó juntando las manos frente a su cara - Por favor -.
- Besa bastante bien… - contestó Samantha mordiéndose el labio inferior recordando todas las sensaciones que sintió mientras Lay la besaba.
- Todas las chicas de clase estarían muertas de envidia seguro - dijo Bea removiendo el chocolate caliente de su taza con la cucharilla, apoyando la cabeza en la palma de su mano.
- ¿Tú también? - Bea negó la cabeza divertida.
- Lay no es mi tipo, es demasiado… raro. Hay algo en él que me da mala espina y que no deja que le vea como las chicas de clase - contestó, entonces una pequeña y tímida sonrisa asomó por sus labios - Además, no es él quien me gusta -.
- Creo saber quién es ese chico - dijo Samantha sonriente, se hacía una ligera idea. Las tímidas miradas que le lanzaba, la sonrisa que mostraba cada vez que se hablaban y ese brillo en los ojos cuando le miraba a escondidas de que nadie la pillara.
Bea tan solo rió divertida y dio otro trago a su chocolate caliente. Mañanas con aquellas no las cambiaría por nada en el mundo. De nuevo aquel cómodo silencio se formó entre ellas. Pasaron el resto de la mañana dando una vuelta por la zona de tiendas, cogiendo alguna que otra cosa para sus familias. Al pasar por una joyería se la ocurrió cogerle un pequeño regalo a su hermana por todo el trabajo duro y el sacrificio que tuvo con ella. Tras pagar aquel regalo y salir de la tienda chocó contra aquel señor tan raro. Era el mismo por el que Lay se puso tan tenso antes de entrar a clase, y con quien se encontró antes del ataque en la biblioteca. Aquella vez no llevaba gabardina, solo un abrigo de color negro. Tenía el pelo largo y levemente enmarañado y la barba de 5 días reposaba en su rostro.
- Perdóneme señor, no veía por dónde iba - dijo inclinándose con el cuerpo a modo de disculpa.
- No importa, me alegra haberme chocado contigo pequeña - contestó el hombre con esa voz tan grabe - Te estaba buscando -.
- ¿Por qué? - preguntó Samantha manteniendo las distancias.
- Es sobre ese chico que te acompañaba el otro día. Corres un gran peligro si estás junto a él, además las apariencias engañan y él lo está haciendo - le advirtió aquel hombre.
- Mire, no sé qué es lo que me quiere decir pero le agradecería que no hablase así de un amigo mío… al menos no a sus espaldas - contestó Samantha alejándose lentamente.
- No seas insensata Caperucita, el lobo no es buena compañía y a la mínima intentará comerte tenlo por seguro - aquello fue lo último que escuchó decir a aquel hombre antes de doblar la esquina.
Bea la miró extrañada y al ver que Samantha no decía nada entendió que no quería hablar del tema. Quizá más tarde la diría algo o no. Por otro lado Samantha no entendía lo que había dicho. ¿A qué se refería aquello de ‘’alejarse del lobo’’? Miró la hora y se despidió de Bea, debía de estar en casa hace un cuarto de hora para ayudar a su hermana. Se colocó mejor el abrigo al notar cómo el frío aumentaba y la calaba en los huesos. Aquel día era uno de los más fríos que había vivido nunca y todas las calles estaban cubiertas de nieve por la nevada de la aquella noche. Tras mirar de nuevo la hora decidió coger el atajo que solía tomar para ir a clases y no llegar tarde. Si seguía por ahí seguramente ahorraría dar tantas vueltas y llegaría justa de tiempo. Por aquel lugar no había ni una sola alma, tan solo ella y el silencio, y aquello la daba mala espina. La alarma del móvil la sacó de sus pensamientos. Era un mensaje de Tiffany, tenía cosas que hacer por lo que no estaría en casa hasta la tarde. Otro día más la casa para ella sola. El primer día la pareció bien, el segundo día no la importó, el tercero la mosqueó un poco…y hoy ya ni si quiera se preocupa. Desde aquel día en el que ordenaron su nuevo cuarto Tiffany comenzó a comportarse de forma muy rara. Día sí y día no se iba a saber dónde y no volvía hasta pasadas unas horas. La otra vez fue todo el día, hoy hasta la tarde…  Suspiró cansada y decidió tomar otro camino. Iría a casa un poco más tarde, al menos hasta que tuviera hambre. Sin saber a dónde ir, comenzó a caminar por las calles y callejuelas de aquel pueblo tan pintoresco. Tras la nevada de anoche, todo era mucho más navideño. Aún había algún que otro niño jugando con la nieve mientras sus padres les observaban. Aquello la trajo tanta nostalgia. Aquella escena la recordaba mucho a cuando Tiffany y ella retaban a sus padres a una guerra de bolas de nieve. Claramente ellos se dejaban ganar, pero para ella y Tiffany era como si hubieran ganado una gran batalla. Para ellas, a esa edad, sus padres eran como los reyes del mundo. Andando sin rumbo fijo, llegó a un parque cercano a su casa. Los niños se habían encargado de limpiar por ellos mismo la nieve de los columpios y toboganes para su propio disfrute haciendo un favor a los encargados aquella semana de limpiar la nieve de los lugares públicos.  No había gente por los alrededores, seguramente todos los niños o jóvenes de su edad estarían esperando  a que su madre terminase de preparar la comida.  Otra de las muchas cosas que envidiaba a la gente normal de su edad.
- ¿Acaso no lo sabes? - preguntó una voz conocida tras ella - Ir sola por la calle puede ser peligroso, ¿y si te ataca un lobo y no hay nadie para ayudarte? -.
- Los lobos atacan en la zona oeste, estamos en la este… no hay nada por lo que preocuparse - contestó Samantha dándose la vuelta y sonriendo a Lay, este la imitó.
- Deberías estar en casa a estas horas, todos lo están - dijo Lay poniéndose a su lado, mirando a un punto en el infinito.
- Ya bueno… pero si voy a estar sola, prefiero darme una vuelta y pensar en todo lo que ha ocurrido - contestó Samantha mirándole fijamente, este la miró y encarnó una ceja.
- ¿Sobre qué? - cuestionó, Samantha se mordió el labio inferior y bajó la mirada indecisa.
- Sobre esto y lo otro… - contestó - sobre ti, sobre mí… sobre el beso… sobre todo -.
- Sobre mí: No hay mucho que debas saber, podrías meterte en un terreno peligroso si indagas demasiado; sobre ti: Eres la persona más cabezona y testaruda que he conocido…y en cierto modo me gusta; y sobre el beso: No es algo de lo que me arrepiente, es algo que deseo que vuelva a pasar - y de nuevo aquella sonrisa matadora, cada vez que la veía Samantha sentía que las rodillas la fallaban.
- ¿Y sobre todo? - preguntó curiosa, Lay bajó la mirada durante unos instantes y volvió a unir contacto visual con la chica.
- Hay cosas de mí, Samantha, que simplemente debo ocultar por el bien de cualquiera que me rodee y por alguna razón eres tú la primera que se me viene a la cabeza cuando pienso en ello. Las apariencias engañan y a veces el cordero es en realidad un lobo disfrazado - contestó Lay mientras apartaba un mechón de pelo tras la oreja de Samantha.
 Aquel gesto fue muy dulce al tacto. Casi todos los gestos de Lay lo eran, al menos ahora que ella se diera cuenta. Antes de que Lay pudiera retirar su mano, Samantha la había apretado con la suya contra su mejilla sonriente.
- En mi mundo hay reglas, muchas a decir verdad, y una de ellas nos prohíbe estar con gente como tú… - comentó Lay sonriente.
- ¿Y qué vas a hacer? - preguntó Samantha acercándose más a él cuando sintió la otra mano de Lay en su otra mejilla.
- No lo sé, la única vez que decidí saltarme las reglas la cosa acabó demasiado mal y no quiero que te ocurra nada - respondió Lay haciendo una mueca.
- ¿Qué ocurrió? - volvió a preguntar.
- Conocí a una chica igual que tu; testaruda, cabezota…; pero ocurrieron cosas, empezaron los problemas y todo se torció. Desde entonces me muevo cada periodo de tiempo de país en país intentando huir de la sombra que me persigue… pero ahora es diferente - Laysuspiró y la besó en la frente.
- Algo diferente - repitió Samantha - Déjame adivinar; estás cansado de huir y quieres recuperar tu vida -.
 Aunque eso significase recuperar a esa otra chica. Después de todo ella nunca había llamado la atención de los chicos, tan solo de Sehun y como mejor amiga. Lay estaba a otro nivel, cualquier chica de su edad; incluso su hermana; puede verlo.
- Si estoy cansado, y sí quiero recuperar mi vida… pero no quiero involucrarte demasiado. La diferencia que hay ahora eres tú. Puede que haya conocido una chica diferente en cada sitio, pero tú eres diferente; me confundes, haces que me preocupe cada vez que no sé nada de ti - explicó Lay - Aquel día en la biblioteca, cuando aquel lobo te hizo daño en el brazo, por primera vez en mucho tiempo tuve miedo a volver a perder a alguien en mi vida -.
- Pero ni si quiera nos conocíamos… - Lay sonrió y la juntó a él por la cintura.
- No nos hace falta conocernos demasiado para poder ver lo que podemos llegar a depender de nuestra pareja… y no sabes lo mucho que dependo de ti. Si me dices que no respire, no lo haré; si me pides que te bese, no dejaré de hacerlo hasta que lo digas; y si me ordenas dejarlo todo para estar contigo, no dudaré en hacerlo - Samantha suspiró mordiéndose el labio inferior.
- Estás loco - dijo escondiendo su rostro en el cuello de Lay.
- Loco por tus besos, por tus caricias y loco por ti - susurró Lay en el oído de Samantha, produciéndola escalofríos por su espalda.
- Cállate - suplicó Samantha avergonzada, entonces se acordó de Tiffany y de que debería estar en casa preparando la comida para cuando ella llegase y se separó de Lay, quien la miró extrañado - Se me está haciendo tarde y debería estar en casa para comer -.
- ¿Cuánto tiempo tardas en preparar la comida? - preguntó Lay.
- Unos… 30 minutos, ¿por qué? -.
- Mi madre suele preparar una cantidad de comida equivalente como para poder alimentar al pueblo durante un año entero - dijo Lay entrelazando su mano con la de Samantha, quien dio un pequeño respingo al notar lo caliente que estaba al tacto.
- Pero Tiffany… - Layla sonrió una vez más.
- Vamos, ¿nunca has desobedecido a tu hermana? - preguntó recibiendo una negación por parte de Samantha - Siempre hay primera vez para todo -.
 Y si decir nada más Samantha se vió arrastrada hacia la casa de Lay. No estaba muy lejos de aquel parque, lo que significaba que tampoco lo estaba de su casa y así podría acordarse bien del camino de vuelta… y, ¿quién sabe? Igual aquella vez no iba a ser la única que fuera a casa de Lay.
 En unos escasos minutos, en los cuales ninguno de los dos soltó la mano del otro, llegaron a la entrada a la casa de Lay. Estaba pegada al bosque, lo que la pareció algo peligroso contando con que Lickey Hills es conocido por los ataques de lobos salvajes en jardines ajenos y sitios públicos. No era una casa muy grande, pero si lo suficiente como para ser la más grande del barrio. Las paredes estaban recubiertas por piedra a excepción de la parte delantera, la cuál era de madera de un tono marrón tan oscuro que podría equivocarse con negro.  Desde la portilla hasta la entrada había un camino de baldosas de piedra y a su alrededor  jardín, el cual rodeaba la casa.
- Valla… es una casa muy bonita - dijo Samantha siguiendo a Lay de cerca hasta la entrada.
- Espérate a ver el interior - dijo Lay abriendo la puerta.
 Al ver que Lay se apartaba abriendo la puerta pasó la primera, sintiéndose un poco incómoda. Era l primera vez en mucho tiempo que entraba en casa de alguien, mucho menos de alguien como Lay. Este sonrió divertido al ver cómo se agarraba el ante brazo nerviosa mientras miraba a todos los lados.
- ¿Eres tú Lay? - preguntó un voz proveniente de alguna parte de la casa, era el de una mujer adulta - Espero que no te hubieras olvidado de traerme lo que te pedí -.
- Ven, te presentaré a Helen - dijo Lay apoyando su mano en la parte baja de la espalda de Samantha mientras la conducía a la cocina.
 De esta salía un olor a pasta que hacía que la boca de Samantha se la hiciera agua. Al entrar una mujer de unos 40 y pocos estaba de espaldas, seguramente cocinando aquella pasta. Llevaba el pelo recogido en una cola de caballo echa de cualquier manera y un delantal de color blanco y lunares de colores sobre la ropa.
- Tenemos compañía Helen - la nombrada se giró curiosa y, aunque al principio se mostrara un poco sorprendida al ver a Samantha, la dedicó una tenue sonrisa. Parecía más joven de lo que seguramente era al sonreír.
- ¿Quién es esta chica tan mona? - preguntó sonriente - Perdona que no te valla a saludar como es debido, pero la pasta y yo no nos llevamos demasiado bien y siempre que intento cocinar algo acabo perdida como puedes ver -.
- ¡Oh! N-no importa señora - contestó Samantha con rapidez.
- Es Samantha, mi novia - aquello pilló de sorpresa tanto a la mujer como a Samantha. Asi que lo que ellos eran se podía llamar de aquella forma.
- Entiendo… ¿se va a quedar a comer? - preguntó Helen sonriente.
- Ya he intentado convencerla pero sigue negándose, solo la he traído para presentarla - contestó Lay.
- Bueno, pues entonces ha sido un placer - comentó Helen limpiándose las manos con una rodilla para después acercarse a ella y darla la mano - Si alguna vez te apetece pasarte por aquí, siempre habrá un plato más en la mesa -.
- Gracias, lo tendré en cuenta - dijo Samantha sonriente.
- Ven, vamos a dejar de distraerla o al final quemará la pasta - dijo Lay divertido.
 Helen le sacó la lengua antes de que Lay y Samantha salieran de la cocina. Subieron las escaleras hasta el piso de arriba y Lay la señaló una de las habitaciones. Lay había estado en su habitación, por lo que ahora la tocaba a ella estar en la suya. Al entrar se sorprendió. Normalmente los chicos tenían la habitación echa un verdadero desastre, él no. Estaba muy bien ordenada. En unas baldas había películas, CDs, libros y comics; muy bien ordenados. La cama estaba hecha y no había nada fuera de su sitio. Al lado de esta, apoyada en el cabezal, descansaba una guitarra clásica. El armario y el escritorio se situaban frente a la cama y frente a la puerta, la ventana corrediza.
- No es tan grande como el tuyo… pero al fin y al cabo es mi cuarto - comentó Lay al ver que Samantha no decía nada y solo observaba alrededor.
- Me gusta, y está bastante recogido para ser el cuarto de un chico - dijo Samantha pasando su mano por el escritorio, ni una sola mota de polvo - ¿Qué es esto? -.
- Es una especie de album de los recuerdos. Por eso no me reí cuando vi que tenías una caja donde guardabas recuerdos de tu niñez, yo tengo algo parecido - Lay se acercó hasta ella, colocándose detrás mientras los dos observaban el album.
- Canadá, París, Italia… Veo que has estado en muchos países -.
 El album estaba ordenado en apartados por cada país en los que Lay había estado. Canadá estaba el primero, luego París, Italia y el último en el que ha estado, E.E.U.U. Había fotos, postales, incluso había algún que otro texto que Lay había escrito con esa letra peculiarmente cursiva que tenía. Mientras observaba las fotos de Canadá se fijó en una. Estaba abrazado a una chica de pelo cobrizo, ondulado y muy guapa. Parecía una modelo.
- ¿Quién es? - preguntó Samantha curiosa, Lay hizo una mueca.
- Es mi ex-novia, no creo que quieras saber sobre ella - contestó Lay, Samantha asintió acorde a lo dicho. Mirando mejor la foto podía verse a la perfección que era el tipo de chica que a Lay le venía como un guante. ¿Por qué habrán cortado?
 Siguió observando al album y leyendo algún qué otra cosa que Lay había escrito hasta que Helen llamó a Lay para comer. Ella decidió que era hora de volver a su casa para no preocupar a nadie, ya que Tiffany habría llegado ya y estaría algo preocupada por ella. Sabía que iba a ir con Bea por la mañana, pero seguramente no contaría con que Lay la llevaría hasta su casa. Lay salió de la habitación ante la insistencia de Helen, dejando a Samantha sola por unos momentos. Cuando estuvo a punto de salir del cuarto algo la llamó la atención. Era aquel viejo libro que Lay leía en la cafetería, cuando Sehun y ella discutieron. Se mordió el labio dubitativa pero decidió correr el riesgo de llevárselo prestado. Quería saber sobre Lay y su misteriosa identidad, ya correría los riesgos más tarde. Se lo guardó bajo la chaqueta antes de que este volviese a por ella y la acompañase hasta la portilla.
- ¿Estás segura de que no quieres que te acompañe hasta casa? Me quedaría más tranquilo - preguntó Lay cogiéndola de las manos y acariciándola el dorso con el pulgar.
- Segura, no soy una niña pequeña de la que tengas que cuidar las 24 horas del día - contestó un poco molesta, Lay rió divertido y le dio un pequeño beso en los labios.
- Lo sé, sin embargo no me importaría estar las 24 horas contigo -.
 Samantha rodó los ojos ante aquella cursilada y tras despedirse de Lay se encaminó hacia su casa. No fue demasiado difícil encontrar el camino de vuelta por aquella zona, pero la costó. Nunca había estado por allí y todo la parecía igual. Las casas tenían el mismo diseño de construcción, y si no era el mismo uno muy parecido. Tuvo que preguntar un par de veces a gente que pasaba por los alrededores hasta encontrar el camino indicado, aunque para la próxima vez que tuviera que ir y venir desde allí ya se sabía el camino que coger.
 Cuando llegó a casa no había nadie, seguramente Tiffany se hubiera retrasado en aquel asunto pendiente que tenía. Suspiró al oír a sus tripas demandar por su comida. Debería haber aceptado aquella propuesta de Lay. Se quitó el abrigo y lo dejó en el sillón, junto con aquel libro que cogió del cuarto de Lay, después se encaminó a la cocina y se hizo una ensalada. Era algo ligero para comer, pero bueno, el invierno acabará pronto y hay que perder peso de las comidas navideñas. Tras acabar de prepararse la ensalada suficiente para ella y su hermana cogió el libro y subió hasta su cuarto para comenzar a leerlo. Apartó el cuaderno de dibujos del escritorio, cogió una silla y con la ensalada al lado, empezó a leer aquel libro.
 No había título, editor, índice o cualquiera de las características que todos los libros que ella había leído poseían. La portada de este era de cuero, como si alguien lo hubiera fabricado por él mismo. Por los bordes de las páginas, incluso la portada, había restos de quemaduras y algunas de las hojas estaban ilegibles. ¿Por qué  guardar un libro tan estropeado y casi ilegible en tu cuarto? Además de texto había ilustraciones, era como si uno de los antiguos ilustradores de la edad media o de alguna de esas épocas antiguas los hubiera dibujado. Ojeó el contenido con pocas ganas de leer. Muchas de las páginas estaban escritas en inglés, pero también había escritos en otro idiomas como el chino, el francés, el italiano, portugués… incluso había páginas y fragmentos en español. ¿Entendería Lay todos estos idiomas? El inglés y el chino los daba por supuesto, y el español también puesto que es una de las asignaturas en las que compartía asiento con él en las clases y, a juzgar por el último examen, se le daba bastante bien. Miró la hora, las 16:30… Bueno, tenía una tarde entera para poder leer algo de aquel libro antes de que Lay le echase en falta. En unas horas leerá lo que pueda hasta que sea hora de devolvérselo sin que se diera cuenta. Ya se inventaría una excusa cualquier para presentarse allí de nuevo. 
 Comenzó a leer la primera página. Era una especie de introducción al libro. ‘’Normas, leyes y consejos que hay que seguir para el bien de la raza humana y propio’’ Abajo era la misma frase pero en los diferentes idiomas. Pasó páginas y páginas. Todo lo mismo. Una norma, una ley, un consejo o una ilustración. Suspiró cansada. ¿En qué mundo vivía Lay? Solo había normas y leyes que seguir, consejos que tener en cuenta y advertencias en cada esquina. Entonces recordó lo que al dijo. Aquello de que estaba rompiendo normas y leyes al estar con ella. ¿Habría alguna norma o ley que le prohibiese salir con humanos? Buscó por aquel libro hasta encontrar lo que buscaba… una pena que estuviera escrito en francés.  Lanzó un suspiro lleno de frustración y buscó un boli y un cuaderno. Iba a tardar demasiado traduciéndolo con un diccionario en francés, por lo que prefería copiar aquel fragmento y traducirlo más tarde. De todos los idiomas posibles, francés. El que peor se la daba. Cuando llevaba un buen cacho copiado, Tiffany regresó bastante cansada. Ni si quiera preguntó lo que hacía cuando fue a saludarla, tan solo la dio un beso en la mejilla y se fue a su cuarto a descansar. Para cuando acabó había pasado el suficiente tiempo como para que la noche estuviera al caer. Cerró el libro y se levantó, estirando los músculos entumecidos por tanto tiempo sin moverse. Se frotó los ojos cansados y bostezó. Ni para los deberes del instituto había puesto tanto esfuerzo. 9 hojas, en el libro 18, por delante y detrás en francés puro.  De nuevo miró la hora, las 17:45. Si no se daba prisa se la iba a hacer demasiado tarde y no era muy seguro caminar por el barrio a solas y mucho menos por la noche. Guardó el libro en una mochila, cogió la chaqueta y se encaminó hacia la casa de Lay.
 Aún había alguna que otra persona merodeando por los alrededores. Los dependientes cerraban las tiendas a toda prisa sabiendo que la noche estaba por llegar, y eso significaba que los lobos comenzarían a merodear por la calle a sus anchas. Incómoda por las miradas curiosas de la gente, se acomodó mejor la chaqueta y aceleró el paso. Las madres cerraban las ventanas, las portillas y las puertas con llave. Se aseguraban de no dejar a ningún animal doméstico fuera de casa para no tener que lidiar con una muerte innecesaria. Y si ella no se daba prisa, ella iba a ser una de ellas. Antes de llegar a la casa de Lay decidió llamarle para avisarle y así no perder tiempo que podría utilizar para correr hacia la suya propia por si se la hacía muy tarde.
- ¿Samantha? ¿Ocurre algo para que me llames a estas horas? - por el tono de voz de Lay parecía nervioso, cosa que extrañó a Samantha.
- No ocurre nada, tan solo es que me he dejado una cosa en tu cuarto y necesito recuperarla cuanto antes, ¿podría pasarme a por ella? - hubo un momento de silencio en el que solo se podía oír la respiración de Lay por el teléfono.
- A-ahora mismo no es un buen momento, Helen está durmiendo y yo me iba a la cama ya… ¿no podrías venir mañana o decirme que es para llevártelo mañana por la mañana? - algo no andaba bien. Lay estaba mintiendo, de nuevo, cuando ella le preguntaba.
 Al doblar la esquina paró en seco. ¿Dónde pensaba dormir Lay? ¿En la intemperie? Si tanto sueño tenía la calle no era un buen lugar para dormir, y por lo que podía ver estaba más despierto que nunca. Con cuidado de no ser vista se escondió en la esquina y asomó ligeramente la cabeza.
- ¿Estás bien Lay? - preguntó Samantha mirándole fijamente desde la otra punta de la calle - Pareces nervioso -.
- Tranquila, no pasa nada. Tan solo estoy cansado y la pasta de Helen me ha sentado algo mal - aseguró Lay - Hasta mañana -.
 Samanta rodó los ojos cuando vió cómo Lay la colgaba la llamada, se guardaba el móvil y tras mirar a los lados se marchó. De esta no se iba a salvar. Si no la decía qué era lo que estaba ocurriendo, ella misma lo averiguaría siguiéndole. Esperó a una distancia perfecta. La daría tiempo a esconderse si Lay mirase hacia atrás y no podría perderle de vista tan fácilmente. O eso pensó hasta que vió cómo se adentraba al bosque. Suspiró cansada. No la apetecía mucho volver a aquel sitio tras la pequeña aventura de la otra vez. Su curiosidad y orgullo pudo más que su sensatez y se vió en el bosque antes de darse cuenta de lo peligroso que era lo que estaba haciendo. De nuevo, perdió de vista a Lay. Era demasiado ágil y rápido, pero no iba a rendirse tan fácilmente. Estuvo caminando durante un buen tiempo hasta que le vió. Caminó hacia él dispuesta a hacerle un par de preguntas cuando vió que no estaba solo. Y odiaba decirlo, pero reconocía a aquellas personas. Kris y su grupito. Eran fáciles de diferenciar. Kris el más alto, con el pelo de un tono rubio acaramelado; a su derecha LuHan, Xiumin y Chen; a su izquierda un chico que no había visto antes, bastante alto también y delgado… y Sehun. ¿Qué estaba haciendo Lay? ¿Acaso iba a unirse a Kris también? Desde donde estaba no podía oír nada de lo que decían, pero por las caras y los gestos de las manos podía ver que Kris y Lay estaban discutiendo. Por cada palabra de uno una contestación del otro. Poco a poco se quedaron el uno frente al otro, y pese a la diferencie de estatura Lay no se dejaba intimidar. Decidió que había visto suficiente cuando Kris cogió a Lay por el cuello de la camisa y lo apartó violentamente.
- ¡¡Eh!! ¿¡Quién te ha dado el derecho de meterte con él!? - gritó Samantha saliendo de su escondite e ignorando las miradas de estupefacción y sorpresa de los demás, encaró a Kris.
- ¿¡Qué narices haces aquí Samantha!? - gritó Sehun sorprendido, Samantha lo ignoró.
- ¿¡Acaso no eres lo suficientemente valiente como para encararle a solas que te traes a tus perritos falderos contigo!? - preguntó Samantha realmente molesta. Sabía que Kris no era alguien muy bueno, pero de ahí a ser un cobarde.
- Samantha cálmate, no es lo que parece - intentó calmar Lay agarrándola por los hombros.
- ¡No quiero calmarme, no necesito calmarme! - dijo Samantha deshaciéndose del agarre y señalando a Kris, quien se mantenía serio ante aquella situación - Tan solo eres un cobarde -.
- Tranquilízate gatita - comentó aquel chico que no conocía de nada, Samantha lo fulminó con la mirada al oír aquel apodo - Te sugiero que te mantengas apartada -.
- ¿Para qué? - pregunto acercándose a él - ¿Para que podáis hacerle algo malo? Ni loca -.
- Si así fuera no íbamos a hacerla nada que él no hubiera hecho ya - aquello fue la gota que colmó el vaso, sin pensárselo dos veces propinó a aquel tipo un buen tortazo con todas sus fuerzas.
 Por los rostros de los demás, aquello no pareció ser una buena idea. LuHan y Xiumin se habían quedado pálidos, y Sehun la había apartado a la fuerza mientras los demás se alejaban de ese chico. Pronto comenzó a pasar algo malo.
- Tao… Tao tranquilízate, no queremos que pase nada malo - comentó Kris extendiendo un brazo hacia Lay, este lanzó una mirada de reproche hacia Samantha y se acercó hacia dónde ella, agarrándola del ante brazo y apartándola con algo de fuerza.
- Tú y yo vamos a tener que hablar sobre esto más tarde -
 Por el tono de voz aquello era algo muy serio, y cuando miró hacia el chico que dio el tortazo entendió por qué. Le estaba ocurriendo lo mismo que a Lay cuando el lobo arremetió contra él en el ataque en la biblioteca. Estaba temblando violentamente y la miraba con aquellos ojos rojos. Era como si algo le hubiera poseído y comenzaba a tener miedo. Pronto aquellos temblores de volvieron más violentos hasta el nivel de que toda su espalda se curvó hacia delante y, ante sus ojos, aquel chico se había convertido en un lobo gigantesco de color cobrizo. Sin dar tiempo a ninguna explicación, el lobo que antes era aquel chico la gruñó y se abalanzó hacia ella. Lay a un lado y antes de que al lobo le diera tiempo a reaccionar se abalanzó hacia él y se convirtió en un lobo de color marrón. Los dos animales tan inmensos se gruñeron el uno al otro y comenzaron a pelearse. El ruido que emitían era tan potente que Samantha se tuvo que tapar los oídos mientras veía como lo que antes era Lay se peleaba con aquel lobo, persona… lo que fuera.
- Llevad a Samantha a casa de Elisabeth y esperarnos allí - ordenó Kris, sacando a la susodicha de sus pensamientos.
Sehun asintió y levantó a Samantha del suelo, suspiró molesto y junto a LuHan y los demás la llevaron por el bosque. No opuso ninguna resistencia en el camino hasta la casa de aquella chica que nombraron, estaba demasiado afectada por el simple hecho de haber visto a su novio convertirse en una bestia salvaje y haber comenzado a pelearse con otro bestia que anteriormente era otro chico de su edad. Hundida en sus pensamientos no se dio cuenta de que habían llegado a una cabaña situada en el claro del bosque. Era bastante grande y estaba rodeada por los árboles. LuHan fue el primero en adelantarse y entrar en ella. Tras unos minutos de puro silencio, en los que en ningún momento Sehun la soltó, una mujer salió de la cabaña y se acercó a ella. Era una mujer de estatura normal, de pelo negro , liso y largo hasta la cintura. Lo llevaba recogido en una cola de caballo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca pudo ver que sus ojos eran de un color oscuro con motas doradas… como si fueran lentillas, pero no lo parecían puesto que llevaba gafas puestas.
- ¿Qué es lo que ha ocurrido? - preguntó preocupada.
- Tao se ha descontrolado y atacó a Samantha - contestó Sehun.
- ¿Por qué? Pero si Tao no suele descontrolarse… - dijo aquella mujer mirando a Samantha.
- Yo… le…le di un tortazo - aquello pareció dejarla sin palabras.
- Señor… llévala a la cocina, LuHan la está preparando un té para que se tranquilice y para cuando Kris vuelva - dijo la mujer acariciándose la sien.
- Elisabeth… Tao va a necesitar de tus tratamientos - comentó Chen, algo nervioso al ver cómo se frotaba las manos - Acabó peleándose con Lay… y Kris se ha quedado con ellos -.
- ¿¡Qué!? ¿¡Contra un pura sangre!? - gritó histérica - ¡Ahora vuelvo, meteros a casa y no salgáis por nada en el mundo! En qué lío nos has metido pequeña -.
 Samantha se encogió en el sitio y bajó la mirada. Todo aquello era por su culpa. Sin decir ni una sola palabra más los se metieron en aquella cabaña. La mujer, Elisabeth, cogió unas cuantas cosas de la cocina y volvió a salir dando un portazo. En la cocina LuHan preparaba el té y Sehun, junto con Samantha, y Chen se habían ido hasta el salón.
- ¿Qué es lo que estabas haciendo allí Sammy? - preguntó Sehun molesto, Chen tan solo se quedó en silencio, sentado frente a ellos - Podrían haberte echo daño… ¡incluso matarte! No entiendo por qué no dejas de defender a ese tipo cuando por su culpa casi mueres dos veces -.
- N-no fue su culpa… yo le seguí - dijo Samantha sin levantar la mirada.
- ¡Claro que es por su culpa! - gritó Sehun - Te ha metido en algo demasiado peligroso y tú has sido lo suficientemente idiota como para no darte cuenta -.
- ¡Sehun! - gritó Chen - ¿No crees que te estés pasando? Ya tiene suficiente con haber sido testigo de la transformación de Tao y Lay… no creo que insultarla sea el mejor medio de tranquilizarla -.
Sehun suspiró y se sentó al lado de Samantha, cogiéndola la mano y acariciándola con la otra. Lo que Chen había dicho era verdad.
- Lo siento Sammy, no quería insultarte - dijo Sehun apoyando su cabeza en la de Samantha.
- No pasa nada… Esto es todo por mi culpa, si no hubiera seguido a Lay nada de esto hubiera ocurrido. Pero no me puedes pedir que me quede a un lado tras todo lo sucedido con él. Me salvó la vida dos veces, tres con esta y sin ni si quiera pedírselo - contestó Samantha.
- Ya está bien, ya hablaremos más tarde sobre esto - dijo LuHan entrando al salón y entregándola la taza de té. Samantha de lo agradeció con una débil sonrisa y se lo acabó de unos tragos - Será mejor que descanses -.
 Todo el mundo, excepto Samantha, se levantó al oír la puerta abrirse. Kris, Tao y Elisabeth fueron los primeros en entrar, cargando con el más joven. Parecía dolorido y además tenía moretones por todo el torso desnudo.
- ¿Cómo está Tao? - preguntó LuHan acercándose a Elisabeth.
- Está bien, para cuando llegué Lay y Kris habían conseguido tranquilizarle y hacer que volviera a su forma. Menos mal que recordé que cuando lo hacíais, lo hacíais desnudos y llevé ropa de repuesto para los dos -  contestó Elisabeth dando un pequeño golpe en la espalda de Tao, quien se quejó dolorido.
- Siento lo del tortazo… - musitó Samantha algo cohibida.
- No importa, no me lo esperaba… - contestó Tao - Pegas fuerte para ser una ‘’Gatita’’ y siento lo de…bueno… ya sabes, el lobo y todo esto-.
- Gracias… supongo, y no importa - dijo Samantha.
 Todos los presentes giraron la cabeza sobresaltados al oír el portazo. Lay había entrado y parecía bastante molesto. No dejaba de mirar fijamente a Samantha, con aquella mirada. Esta sintió cómo su pecho se oprimía.
- Tu y yo tenemos una charla pendiente - incluso en el tono de su voz podía verse que estaba molesto, furioso incluso. Nadie dijo nada, tan solo miraba a Samantha fijamente.
- Todos, fuera… dejémosles a solas - dijo Elisabeth.
- Pero… - Kris fulminó a Xiumin con la mirada y tras entender la gravedad del asunto les dejaron a solas.
 Una vez completamente solos el silenció inundó el salón. Por la forma que Lay la estaba mirando y cómo respiraba con fuerza podía notar que aquello no iba a salir nada bien, y mucho menos cómo empezó a hablar.
- ¿Cómo se puede ser tan estúpida como para seguir a alguien al bosque? - preguntó enfadado - Mucho menos dar un tortazo a alguien cuando no sabes lo que podría ocurrir -.
- Yo… - comenzó a decir, pero Lay la interrumpió.
- ¡Tú nada Samantha! - gritó - ¿Sabes en qué lío podrías haberme metido? ¡Si no hubiera sido capaz de controlar a Tao podría haberlo matado, podría haberme condenado a huir de nuevo o incluso condenarte a ti por tu cabezonería! -.
 Samantha se mordió el labio intentando aguantarse las ganas de contestarle. Sabía que no debía hacerlo si no quería empeorar las cosas, pero Lay no tenía el derecho de gritarla de aquella forma cuando lo único que ella quería era defenderle.
- ¿¡En qué pensabas cuando me seguiste hasta el bosque!? - preguntó mientras se movía de una lado para otro por la habitación, Samantha se mantuvo en silencio.
- Samantha… - llamó Lay, pero no obtuvo respuesta - ¡Samantha, joder, al menos ten la decencia de responderme y mirarme a la cara cuando te hablo! -.
- ¿¡Que en qué pensaba cuando te seguí!? - preguntó con las lágrimas a punto de salir, el cómo Lay la gritaba y la llamaba estúpida la dolía demasiado. Muchos más que cuando Sehun la ignoraba - ¡Pensaba en por qué me mentiste cuando te llamé, en por qué te niegas a decirme que era una especie de hombre lobo y el por qué la gente no deja de decirme que me aleje de ti! -.
 Esta vez fue el turno de Lay para mantener silencio, aunque seguía enfadado, mucho.
- ¡Estoy harta de tanto secreto Lay! ¡Si de verdad dices que soy tu novia, deja de ocultarme las cosas! - nunca en su vida había gritado a nadie de aquella manera y juraría que los demás podían oírlos desde a fuera.
- Simplemente hay cosas que no debes saber por tu bien, y eso deberías entenderlo - dijo Lay aguantándose las ganas de gritar al ver que Samantha había comenzado a llorar.
- ¡Pero no lo hago! ¡No te entiendo! - contestó.
- ¿Qué quiere decir con que no me entiendes? -.
- Me dices que no eres humano con toda la tranquilidad del mundo y que si quiero saber qué eres lo descubra yo misma; me cuentas que estas rompiendo leyes y normas por estar conmigo, que no dejas de huir de algo o alguien… me obligas a seguirte y a robarte ese estúpido libro para intentar descubrir qué demonios eres y cuando lo hago te enfadas y me insultas… ¿qué es lo que quieres? Porque si lo que querías era volverme loca y hacerme daño, lo has conseguido - ya no pudo aguantarse más las ganas de llorar, estaba harta de tanto secreto y de tanto grito e insulto.
- Lo único que intentaba era protegerte, pero ya veo que no sabes lo que es confiar en los demás. ¿Qué te hago daño? - Lay sonrió dolido y se mordió el labio, si aquella manera era la única de alejarla de aquello… que así sea - No te preocupes, porque no me vas a volver a ver el pelo. Debería de haberlo sabido cuando ocurrió con Keira, las de tu especie nunca aprenderéis a dejar de ser desconfiadas… -.
- ¿Q-qué? Espera un momento Lay… yo no quería decirlo de aquel modo - dijo Samantha con miedo a lo que Lay estaba a punto de hacer.
- Deja el libro en la entrada, Helen lo cogerá por mí - dijo Lay dándose media vuelta y caminando hasta la puerta - Nunca más te haré daño, porque nunca más volverás a saber de mí. Espero que estés contenta -.

 Y con eso Lay desapareció por la puerta, dejando a Samantha congelada en el sitio. Las lágrimas vinieron a ella y al notar que las fuerzas de las piernas se desvanecían, se dejó caer sobre el sillón y comenzó a llorar. Debería de haber hecho caso a la gente, a Sehun. Si no se hubiera acercado a él, ahora mismo no la hubieran partido en dos el corazón de aquella manera.

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